Pablo Ramírez: De la pasarela a las tablas

En coincidencia con la celebración por sus veinticinco años de trayectoria en la moda argentina, y con experiencias anteriores como diseñador de vestuario, esta vez, Pablo Ramírez se atreve a la dirección teatral. Desde el sábado 23 de agosto -y hasta el 11 de octubre- estará presentando “La viva voz”, protagonizada por María Merlino en la sala Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes.

La dupla, que conforman la artista y el creador, tuvo antecedentes con un primer encuentro en torno al vestido que Ramírez pergeñó para el personaje de la costurera de “Nada del amor me produce envidia”, obra emblemática que estuvo dieciséis años en la cartelera porteña. Luego, ambos, hicieron lo propio para el cierre musical del desfile que se realizó en el marco de la presentación del libro “Evita frente al espejo”, en el ex CCK en 2023.

Ahora, están de regreso, para llevar a escena, la pieza escrita por Andrés Gallina y Fabián Díaz, que pone el ojo en la historia de la actriz Estrellita del Regil. Basado en una idea original de Merlino, el texto indaga en las vicisitudes que tuvo que atravesar la eterna admiradora de Carlos Gardel, quien participó en algunas de sus películas e incluso se adjudicó haber contraído casamiento con él.

Y si bien Ramírez, cuenta con un amplio expertise en las tablas al haber diseñado los atuendos para espectáculos al mando de Alfredo Arias, Oscar Martínez y la versión de la ópera “Carmen” del brasileño Jorge Takla, en el Teatro Municipal de San Pablo, en esta oportunidad se vuelve pionero en el arte de dirigir, algo no tan habitual para el universo fashion salvo los casos de Thierry Mugler y Jean Paul Gaultier, al otro lado del mundo.

En diálogo con Clarín -el creador oriundo de Navarro, Provincia de Buenos Aires, referente del seleccionado de diseñadores de autor de los 2000- anticipa de qué se trata la puesta que no solo pondrá en valor una figura con ribetes mitológicos como lo fue Estrellita, sino que, al mismo tiempo, tendrá un abordaje de impronta gótica, cuya escenografía y por supuesto, también, el diseño de los trajes estará a su cargo. Promete arrabal, misterio y el estricto binomio blanco y negro, marca registrada de Ramírez.

Tu afición por el cine es conocida pero el teatro es muy distinto. ¿Qué te interesó?

Si bien me decían que lo tenía que hacer, no estaba en mis planes. Siempre me siento más cerca de lo cinematográfico que de lo teatral y me parece un arte muy difícil. En el cine la magia es la edición y la fotografía. Te da ese control para poder decir que querés hacer con el material, lo que resulte de eso. En cambio, en el teatro, el desafío mayor es el don del que se sube al escenario, el que tiene presencia escénica o no, ya sea un músico, un cantante o un bailarín. No importa cuánto hayan ensayado, estudiado, entrenado o lo que sea. María que es una artista extraordinaria, me da confianza para hacerlo. Siento complicidad, porque pensamos lo mismo, nos gustan las mismas cosas.

¿Cómo empezaron a trabajar para este proyecto?

Nos juntábamos una vez por semana a leer el texto, a imaginarlo juntos. Después hablamos con los autores para pedirles otras cosas. Nos interesaba el personaje histórico de Estrellita del Regil pero no queríamos que quedara anclada a la novia de Gardel.

Volviendo a la necesidad de control, en tus diseños casi que no hay margen de error y el teatro es un arte vivo, ¿cómo lo venís llevando?

Una de las razones por las que acepté es porque es algo chiquito y está María sola. Tiene que ver con mi cosa minimal y austera, de concentrar y reducir los recursos. En la puesta hice algo de eso, siempre pienso que menos, es más. Y, después, cuando empezamos a trabajar, me di cuenta de que ella es igual o peor que yo, de obsesiva y controladora.

¿Hacés bocetos en los ensayos de lo que vas viendo?

Sí, sobre la coreografía y el movimiento, igual tengo buena memoria visual. María se ríe muchísimo porque, además, tengo la cosa del bailarín, de Billy Elliot, soy re coreógrafo. Y si bien ella tiene un don natural, hace cosas con el cuerpo que, cuando las tiene que pensar, se inhibe, entonces yo lo hago y se lo muestro. Estamos ensayando con Mariano Pattin, que es el coach vocal, y también tiene formación como bailarín. Él me dice “sos re actor”.

Y para hacerlo más gráfico en el paralelo con la moda… ¿tomaste algo en particular de tu oficio como diseñador?

Como estoy haciendo todo, el vestuario lo dejé para lo último. Me acordé que, cuando trabajé como vestuarista, lo importante era la mirada del director, lo que quiere contar. Acá, pensé eso, no está primero el diseñador, sino la historia y el texto. Más allá que tenía ideas o imágenes de mi propia obra, pero quería saber cómo se iba a desarrollar.

Cuando diseñás seguís determinados pasos: hacés el boceto, elegís los materiales, lo llevás al taller, etc. ¿Cómo lo organizaste acá?

Empezamos con el texto, después hubo un intercambio con los actores. Y si bien, de entrada, tuve una imagen en la cabeza, ahora, al ver lo que María está haciendo, me encanta y me impresiona que sea tan parecido a lo que me había imaginado. El desafío era que no quería que ella hiciera lo que viene haciendo hasta acá. Hicimos un trabajo muy grande con el coach vocal. Siento que la estoy acompañando en este redescubrimiento. Para mí es, también, una puesta en valor, porque es una actriz enorme con una capacidad impresionante. Es una nueva Merlino.

Acá, en Argentina, los diseñadores saben hacer de todo, algo no habitual en otros lugares. ¿Ese multitasking te sirvió para el teatro?

No siento que sea tan habilidoso, aunque si me pongo a hacer las cosas, las hago. Mi valor más grande es tener la visión o la claridad sobre algo. Sé lo que quiero, y después hay una parte mía que disfrutaun montón de trabajar en equipo, por ejemplo, con el utilero. Me gusta que me digan cómo se hace. Hay algo que me interesa del oficio y del saber del otro para poder llegar el resultado. Me nutro de eso.

Claro, el teatro público sigue preservando el oficio, ¿qué se puede adelantar de la escenografía?

Son siete actos y hay un audiovisual que lo hace Javier Nir de la productora Oruga.

Para no espoilearlo… ¿se puede decir que se filmó en un lugar donde Estrellita se va a reencontrar con Gardel?

Exacto. Hicimos el audiovisual, y sobre la escenografía, al ser una sala restaurada una de las consignas es que no se puede alterar, ni intervenir, entonces decidí no tocar nada. Ese lugar, donde está la sala, era un salón de baile y se debe respetar como tal. Entonces, diseñé un dispositivo con forma de pastilla y en el centro hay una rest chair, la silla tipo tabla de planchar que usaban las actrices para descansar entre toma y toma.

En el texto se apela a una impronta vampírica, ¿eso va a estar en lo
discursivo y también en lo estético?

Si, es como gótica. Y eso es impresionante, siento como si la obra hubiese sido escrita para mí. Lo mismo me pasa con el equipo, todos lo vemos de una misma manera. Está buenísimo lograr eso.

En tu trayectoria elegiste musas como Eva Perón y María Callas, entre las dos más rimbombantes, ¿Estrellita pasará a ser una chica Ramírez?

Absolutamente, eso me dice María, que se viene esa colección. Y Estrellita era muy chica Ramírez, tenía raya al medio y cejas gruesas.

¿Se volverá un hallazgo?

Si, además, los años 30, fue un momento del siglo XX que a mí siempre me interesó. Es un tema que lo tocás y empiezan a aparecer cosas.

El tango es la música ciudadana, y es el nombre que le diste a una de tus colecciones, a la vez, tu modo de decir tiene algo de todo eso. ¿Te encontrás en ese registro?

Hay un montón de elementos, de lo oscuro, del suburbio, de lo contenido, lo prohibido, el misterio, el drama y la pasión, son cosas que tienen que ver con todo esto.

 

Este artículo fue publicado en el suplemento Spot del diario Clarín el sábado 15 de agosto. 

Ph. Ariel Grinberg

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