A pocos días de la conmemoración del 104 aniversario del nacimiento de Eva Perón –con la cúpula del Centro Cultural Kirchner como escenario y una performance de moda que incluyó diseños de Pablo Ramírez como momento cúlmine– se presentó Evita frente al espejo, el nuevo libro de la Colección de Estudios sobre Moda de la editorial Ampersand.
Conformada por siete textos de autores especializados en sociología e historia, la publicación aborda cómo se pergeñó la figura de Eva Duarte en el consecuente devenir que la transformó en Eva Perón, primero y Evita, después. Claro que con referencias a la vestimenta y al mismo tiempo a los rasgos de ese estilo indeleble que le dieron notoriedad en el mundo entero. Los mismos que todavía aparecen reflejados –en línea con la metáfora del espejo– en los metadiscursos de los medios de comunicación, incluso en la contienda de la escena política.
La exhaustiva selección de fotos (en su mayoría de Sivul Wilenski del archivo del Museo del Cine Pablo C. Ducrós Hicken) que corresponde a la etapa previa a su encuentro con Juan Domingo Perón es uno de los hallazgos entre las investigaciones que no se desentienden del mito que se generó sobre la protagonista, sino que, al contrario, se hacen cargo de esa mitografía.
Así es que, tanto el trabajo de Laura Zambrini como el de Patricia Nobilia, ponen el foco en la denominada “gira del Arco Iris” que Eva hizo a Europa en 1947, con epicentro en los días que estuvo en España durante la dictadura de Francisco Franco.
Y si Zambrini considera la dimensión discursiva de la ropa para, entre otras cosas, analizar las disputas que se suscitaron en torno al género y la clase, Nobilia se detiene en qué representaron y los significados que pueden tener ahora los cincuenta trajes regionales que la primera dama recibió como respuesta a la ayuda del gobierno argentino. Colección que pudo ser preservada tras el golpe de estado de 1955, rescatada posteriormente y mostrada por primera vez en la década del 80, en coincidencia con el retorno de la democracia, y por última en 2019 en el Museo de Arte Español Enrique Larreta.
Mientras que Marcelo Marino, en su doble condición de compilador del libro y autor de uno de los ensayos, también pone el ojo en el viejo continente cuando toma en cuenta cómo Eva Perón se vinculó con la alta costura en medio de la posguerra y lo que resulta más atractivo es que supera la remanida referencia a Christian Dior.
Por el contrario, recupera nombres propios poco mencionados en investigaciones anteriores, por caso Germaine Lecomte, Edward Molyneux y Jean Dessès, siendo lo más significativo el rango de fashion icon que le otorga para subrayar no solo lo que le aportaron los maestros del haute couture a Eva, sino que, viceversa, el gesto se vuelve magnánimo, en los aportes que ella le hizo a la historia de la indumentaria.
Antes, profundiza en el escasamente explorado papel que tuvo como modelo y en su inserción en el sistema de la moda en tanto instrumento de movilidad social. Preámbulo fashionista que según Marino le dio herramientas para su posterior rol público y que además le permitió alejarse de la idea vacua, no menos obsoleta, que solo puede pensar al uso de la vestimenta como cosa frívola.
Otros que sobresalen son los textos de Adrián Melo al inicio de la compilación y de Mariano López Seoane, no casualmente, al final del libro, en una suerte de epílogo. Y es Melo quien retoma el inexorable vínculo que Eva tuvo con el diseñador Paco Jamandreu (ya había hecho lo propio en Paco y Eva editado por Aurelia Rivera) al tomar la concepción de vidas paralelas de Plutarco para profundizar en esa relación desde la primera alianza que los personajes hicieron a través de los vestidos que Paco le diseñó hasta los últimos minutos de su vida.
Asociación que incluso permite desentrañar cómo se unieron en la desdicha y en otras similitudes, pero por sobre todo el énfasis está en la contribución de Jaumandreu a la imagen desbordada de glamour con todos los artilugios de una feminidad hiperbolizada (sombreros, pieles y joyas) que según el autor la convirtieron en reina de gays, lesbianas y trans.
Es también en ese sentido, el del imaginario monárquico, que López Seoane la observa desde una perspectiva hedonista e insólitamente la analoga con Jennifer López para repensar el aspiracional del lujo en torno a ambas, el mismo que, en lugar de alejarlas, las aproxima al pueblo y puede ser leído como una conquista colectiva.
Además, reconoce la avidez de Eva para leer el contexto y asimilar el advenimiento de los mass media con los yeites del star system que ya traía de sus apariciones previas en revistas, películas y radioteatros. Herramientas que le fueron útiles en la instancia mimética a partir de la cual López Seoane le da el mote de drag queen, siendo ésta una definición que no se circunscribe ni a un hombre, ni a una corporalidad, tampoco a una identidad u orientación en particular.