El poncho que San Martín llevó consigo hasta Boulogne-sur-Mer

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Con más de 200 años de historia sobre sí, la prenda artesanal que el Libertador de América usó en sus campañas y conservó durante décadas, forma parte de una muestra del Museo Histórico Nacional donde se exhiben otras reliquias textiles

Lo más frecuente es recordarlo ataviado con su uniforme militar o, incluso, vestido de civil, con el saco oscuro, la camisa blanca de cuello alto y el pañuelo-corbata, tal como aparece en el célebre daguerrotipo que lo inmortalizó sobre el final de su vida. Pero lo cierto es que el indumento que sobresale del legado de José de San Martín, por su valoración artesanal y simbólica, es, sin dudas, el poncho pehuenche que tiene más de 200 años de historia y forma parte del patrimonio del Museo Histórico Nacional (MHN), actualmente exhibido en la muestra Tiempo de Revolución.

Una pieza textil revisitada en el exhaustivo catálogo, publicado este año en soporte físico y digital, que incluye instrumentos y ponchos, siendo estos últimos descifrados por la historiadora Inés Van Peteghem, del área de conservación del museo, además de Walter Delrio y Juan Francisco Jiménez, investigadores invitados. El dato central de esta prenda, rectangular, con flecos de 1,2 cm, surge en torno a dos cuestiones principales: se trata de una donación efectuada por Josefa Balcarce y San Martín de Gutiérrez de Estrada, la nieta del Libertador de América, a fines del siglo XIX. Aunque también, por sobre todo, se vuelve más atractiva si se hace foco en la génesis y el devenir para que llegara a estar quizás entre las pertenencias más preciadas del prócer.

En esa línea es que Van Peteghem recupera la ceremonia del parlamento o coyagtun, convocado por San Martín en 1816 con la finalidad de reforzar la alianza entre los líderes de la población pehuenche y el gobierno patrio por asuntos vinculados a la guerra contra los realistas. Encuentro, que, como era habitual en los parlamentos, finalizó con un intercambio de regalos o dones, entre los cuales se incluyó el mencionado poncho, cuya trama, tal como lo describen Delrio y Giménez, condensa no solo el valor en el tiempo sino la destreza de la tejedora que lo creó.

En los Andes
Otro de los hallazgos atañe al material con el que está hecho, y aunque en revisiones anteriores se dedujo que era un tejido de vicuña o alguna otra fibra similar, la cuestión es que después del análisis realizado por el MHN se estableció que fue producido en lana, blanca, con dos listas de color azul violáceo en cada lateral, entre las cuales hay motivos geométricos y fitomorfos, realizados en verde, violeta y negro, además de la guarda central más angosta. Componentes simbólicos que aluden a una artesanía que podría haber estado destinada a un lonko o cacique, según el reconocimiento de la autora en base al trabajo realizado por Pedro Mege Rosso. Lo mismo respecto a la consideración de Samuel Dombek que lo ubica como un poncho intransferible, algo que se traduce en términos del poderío de quien lo porta.

Los ponchos eran usados con cierta regularidad por el Ejército de los Andes ante las condiciones geográficas, donde primaba la amplitud térmica
Los ponchos eran usados con cierta regularidad por el Ejército de los Andes ante las condiciones geográficas, donde primaba la amplitud térmica
Gentileza Museo Histórico Nacional
¿Qué representa social e históricamente que una figura como San Martín haya llevado un poncho? “Considerando la forma en que es retratado su carácter y la relación con sus tropas, no sería raro pensar a San Martín usando poncho”, expresa Van Peteghem. Y alude a que esa prenda fue vestida con cierta regularidad por el Ejército de los Andes ante las condiciones geográficas, donde primaba la amplitud térmica, teniendo en cuenta además la funcionalidad y, por qué no, la versatilidad de esas piezas que podían tomar a veces la forma de abrigo, manta, almohada o recado.

Ahora bien, si se piensa específicamente en el poncho pehuenche, para la experta –graduada de la UBA en grado y posgrado– es algo muy significativo el hecho de que San Martín lo conservara hasta su muerte, llevándolo en sus campañas, incluso a su hogar en Boulogne-sur-Mer, al norte de Francia. Por eso atiende particularmente a ese gesto de cuidado, porque a partir del mismo puede inferir que él asimiló la relevancia política del parlamento donde le fue otorgado.

Pero ese no es el único poncho de los que forman parte del patrimonio del MHN que perteneció San Martín, sino que hay otro, confeccionado en paño de lana azul con cuello alto del mismo material, ribeteado en marrón, con un suplemento de terciopelo en la abertura, además de los botones forrados en seda y cordones decorativos, entre otras características que lo definen. Esa prenda, denominada como “poncho patria”, halla antecedentes en el Regimiento de Blandengues de la Frontera de Buenos Aires, donde los oficiales vestían capas de ese estilo, así es que se lo reconoce también como “capa-poncho”.

Otras donaciones
Así como están disponibles las piezas del padre de la patria, en el MHN existen donaciones de ponchos de entre el siglo XIX y 1970, que fueron propiedad de personalidades destacadas de la historia argentina: Juan Gualberto Gregorio de Las Heras, Lucio V. Mansilla, Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza, entre otros.

Se trata de veinticinco prendas que no fueron donadas necesariamente en conjunto, sino que tuvieron diferentes procedencias de acuerdo con la tarea que llevó a cabo Adolfo P. Carranza, primer director del museo: algunas provienen de las mismísimas figuras ilustres, de sus familias o herederos; otras fueron dadas por anticuarios, coleccionistas e historiadores; además de las que se obtuvieron por el pedido a funcionarios a cargo de dependencias públicas.

En la investigación desarrollada en base al propio archivo del MHN, material del Archivo General de la Nación (AGN) y documentos sucesorios, se establece que para la definición de la colección se tuvo en cuenta principalmente la cuestión biográfica; a quién perteneció cada uno de los ponchos. También se consideró la tipología que comparten dentro de los textiles utilizados como indumentaria, la similitud en su forma y diseño, el fin y el uso.

A su vez son piezas diversas entre sí, ya que algunas fueron tejidas con fibras de pelo de camélido, otras con lana, algodón y seda, después devenidas en hilo y, dado el entrecruzamiento posterior, en formatos cuadrados o rectangulares.

Prendas que fueron analizadas en el catálogo que tiene como propósito fundamental mostrar cómo es que a partir de la observación que se puede hacer de un poncho es posible reconocer las relaciones sociales; de trabajo, comercio, amistad y alianzas políticas que se dieron en una comunidad. “Su cualidad múltiple de abrigo, obsequio, producto, arte –reflexiona Van Peteghem en el texto– lo vuelve un material clave para comprender prácticas y costumbres en nuestro territorio entre los siglos XVIII y XX”, sintetiza.

Infernales
Justo enfrente de la vitrina donde está expuesto el poncho pehuenche de San Martín –de acuerdo con el nuevo guion permanente del Museo Histórico Nacional– está también la casaca en paño color crudo con detalles aterciopelados en verde y bordados dorados, inspirada en los dolman de los uniformes de los húsares, gestionada por el propio Manuel Belgrano para Martín Miguel de Güemes.

Encuentro vestimentario, que inevitablemente convoca a revisitar el poncho llamado “salteño güemesiano” o “güemesiano” a secas, que tiene sus orígenes en el que llevaron los soldados del primer Regimiento reglado del Ejército de Observación sobre el Alto Perú bautizado como “División Infernal de Gauchos de Línea”, posteriormente conocido como “Los Infernales”, en contraposición al español “Los Angélicos”.

Pieza que tomó dirección honorífica en 1931 en coincidencia con la inauguración del monumento a Güemes al pie del cerro San Bernardo, en Salta, cuando, justamente, se le añadieron líneas negras para conmemorar al prócer. Luego, el “poncho güemesiano” fue institucionalizado en 1971 como el “Uniforme Histórico de Infernal”.

¿Quiénes lo visten ahora? “Los abanderados y escoltas, la banda militar Coronel Bonifacio Ruiz de los Llanos y las secciones de montada y a pie –explica Virginia Pastrana, Directora Civil del Museo Histórico Regimiento de Caballería de Exploración de Montaña 5 “General Güemes”–; también los ciudadanos y los miembros de los fortines gauchos”, añade. ¿Cómo puede ser interpretado? El rojo representa la sangre derramada durante la lucha por la independencia argentina, la cinta alude al luto por Güemes, los flecos a cada soldado caído en acción y la boca de cuello refiere a la dragona del sable con el mensaje de honor: “Antes de rendirte o entregar tu pabellón, más vale morir ahorcado que traicionar a la patria”.

Aquí y ahora
Como sucede con las tipologías clásicas en la moda o las prendas que se vuelven emblemáticas a través de los años, el poncho de San Martín trasciende en el tiempo, para transformarse en un objeto de culto que incluso es replicado en nuevas producciones. Así al menos procura hacerlo la familia Avar Saracho instalada en la ciudad de Belén, Catamarca, donde desarrolla un emprendimiento a través del cual recrea piezas antiguas. Primero, emuló un textil de diseño inca, como el que cubre la momia de Fiambalá; también hizo lo propio con el poncho de Juan Manuel de Rosas y ahora, tomando como referencia el original del MHN, se ocupa del que perteneció al Libertador de América.

Nota publicada en el suplemento El Berlinés 

 

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