Marcelo Burlon se animó a la parafernalia de la moda sin proponérselo. Todo comenzó en los años ‘90 cuando sus padres dejaron la Patagonia para ir a vivir a Italia. Allá, en Porto Potenza, comenzó a transitar las fiestas para teenagers e inmediatamente llamó la atención de los dueños del lugar al que iba a bailar. Lo instalaron como “club kid”, una especie de maestro de ceremonias. Después, se mudó a Milán y se convirtió en un ícono de estilo. Trabajó para Dolce & Gabbana como relaciones públicas, también hizo lo propio para Gucci y Chanel. Burlon sacudió la escena fashionista: acercó a personas de mundos distintos. Llevó drag queens y srteet artists a los eventos que organizaba. “Fui el pionero, le abrí la puerta a toda la gente que antes no estaba invitada” recuerda. Intrépido, funcionó como un puente entre los que “anticipaban las modas”, las marcas y el público masivo. Creó las fiestas (de culto) “Pink is Punk”, se convirtió en Dj y logró que una legión de fans peregrinaran hacia los sitios en los que pasaba música. Todo ese movimiento se hizo más grande con la llegada de las redes sociales. En 2012 creó County of Milan (Condado de Milán): la firma que hace ropa caracterizada por estampas de motivos esotéricos y animales. Se vende en más de 400 tiendas en todo el mundo, factura millones y las celebrities se visten con ellas. El 27 de noviembre se estrenó (en Italia) el film “Uninvited” (No estás invitado) basado en su historia y recientemente volvió a la Argentina para trabajar como director artístico del Festival Laberinto que se realizó este mes en El Hoyo, Chubut.
-Hoy hay una película basada en tu historia, pero en el momento de la transformación ¿eras consciente de lo que estabas generando?
-No, porque todo lo que hice en mi vida siempre fue muy instintivo. Eso le da un valor más grande porque lo hice con el corazón, con las ganas de crear cosas. Uní gente, uní mundos. Con el documental me di cuenta de que lo que hice es algo increíble. Están estudiando mi caso en universidades en Hong Kong y en Europa. Es fuerte que se haya vuelto un story case.
-¿Qué decís cuando te preguntan por tu profesión? ¿Cómo te podés definir?
-Mi profesión es ser director creativo. No soy diseñador, no fui a la escuela a estudiar diseño. Fui stylist por muchos años. Tengo el sentido de la estética muy desarrollado, y eso me permite guiar a un grupo de diseñadores que trabajan para mí. Doy el imput inicial y de ahí comenzamos a trabajar en la colección. En un video que hicieron hace algunos años para el New York Times decían que soy el pionero del multitasking, porque hasta ese momento la old school del fashion system no entendía mi rol. Nunca entré a ser parte del fashion system, siempre fui un outsider. Traje algo nuevo que no existía en el mundo de la moda. Empecé a romper barreras y a poner en juego mis propias leyes.
-¿Creés que está cambiando el paradigma de la moda?
-Sí, están cambiando muchas cosas. Las empresas grosas tratan de copiar a la nueva guardia, pero en realidad no lo van a lograr. Los de la nueva guardia; somos personajes que estamos vinculados a la música, al night clubbing, en contacto directo con el público, cosa que una marca no puede tener porque es, entre comillas, abstracta. Lo bueno de todo esto es que se están eliminando los egocentrismos que dictaban la moda. Antes, todo daba vueltas alrededor del ego de un diseñador. Hoy hay una toma de conciencia: somos seres humanos ante todo y lo que hacemos en nuestro trabajo es una consecuencia de cómo somos. Eso es lo que me está pasando a mí. El éxito de mi marca, de las fiestas, es un reflejo de cómo soy por dentro. Creo que hay un cambio: las nuevas generaciones están más conectadas a las personas. Las nuevas marcas están más cerca de la gente que compra. Y si no te compran entienden cómo es tu pensamiento, cómo es tu visión. Ahora, es todo más inclusivo.
-Tu capacidad de emprender ¿tiene que ver con que te criaste en Argentina, y sabés hacer con lo que tenés? ¿O es por tu personalidad?
Es más por mi personalidad, me encontré en situaciones económicas muy delicadas. Hasta limpié habitaciones de hoteles con mi mamá. Tiene que ver con la educación, cómo creció uno y con los valores que me pasó mi familia. Hay mucho de estar en el lugar justo en el momento justo. Soy budista hace muchos años, mi madre también lo es. Nosotros somos los que construimos nuestro propio destino. En algún modo mi suerte la construí solo, pero obviamente rodeándome de gente que me quiere y que siempre me apoyó, que no solo me dice cuando hago las cosas bien sino también cuando las hago mal. Eso está bueno porque te creas una familia de amigos alrededor que te ayudan a crecer como persona. Está todo relacionado.
-El “Pocho” Lavezzi, Bella Hadid, Lebron James son algunas de las celebridades que eligen tu ropa ¿a quién te gustaría vestir?
En realidad los personajes que a mí me gustaría no tienen nada que ver con el show business ni con la popularidad a nivel mediático, pero si más a nivel cultural y social. Preferiría vestir a los personajes que realmente cambiaron el mundo, los que hayan hecho un cambio social muy grande como Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Harvey Milk. Gente que luchó por los derechos humanos. Es más como una utopía.
-¿Cuál es tu deseo más inmediato?
Me gustaría poner mis gráficas sobre aviones.
Dicho en boca de Burlon no parece nada ambicioso; ya hizo dos proyectos para Lamborghini. Plasmó sus diseños en autos de la exclusiva marca italiana. También realizó trabajos para Kappa y Reebok, entre otras firmas. A su estilo, claro. Entrando y saliendo del sistema de la moda o armando el propio. El de su condado, ese que no tiene límites ni creativos ni geográficos.