Murió anoche a causa del incendio que azotó su departamento de Maipú al 900 en el barrio de Retiro. Elsa Serrano tenía 73 años y, al menos, cinco décadas de trabajo en la moda argentina.
Nacida en Italia, llegó a Buenos Aires siendo una niña y desde muy joven se vinculó a la indumentaria. Primero tuvo una boutique llamada Fiorella y cuando se casó con su segundo marido, el empresario textil Alfredo Serrano, aprovechó el contacto con los corredores e incursionó en la confección de ropa para mujeres.
Su primer diseño fue un vestido a pintitas, verde y blanco, que logró vender inmediatamente. Ese, además de significar el comienzo de su marca, fue el debut con su nuevo nombre, ya que Elsa Romio pasó a ser Elsa Serrano.
Hasta mediados de la década del 80, se enfocó en comprender los imperativos de la mujer contemporánea; desarrolló prendas prêt-à-porter; sumó color al vestuario de las argentinas y realizó desfiles masivos y a beneficio en hoteles como el Sheraton o el Alvear Palace.
Si bien su carrera comenzó a finales de los años 60, lo cierto es que el gran reconocimiento le llegó veinte años después. Con la vuelta de la democracia fue convocada para vestir a María Lorenza Barreneche, esposa del presidente Raúl Alfonsín. Y eso no fue todo, porque en coincidencia con el nuevo gobierno, Serrano inauguró la legendaria maison de Palermo, en la calle Mansilla, y reorientó su producción a la denominada «alta costura», hecha en el país.
Entrada la década del 90, su firma quedó íntimamente asociada a la parafernalia que caracterizó al menemismo, no solo porque -en reiteradas ocasiones- tuvo a cargo la vestimenta de la primera dama, Zulema Yoma, sino porque una vez que la pareja presidencial estuvo separada, la modista ofició de asesora full time de Zulemita, la hija del presidente. Era usual que Serrano viajara a Rusia o Estados Unidos, entre otros destinos, en el Tango 01 con toda la comitiva oficial.
En el 2001 llegó el cierre definitivo de su tienda principal, redujo la cantidad de empleados y para poder continuar no le quedó otra opción que adaptarse a un espacio más pequeño y a una clientela más reducida.
Retorno estelar
La cantidad de fotos exhibidas en el que fue su último atelier, el de la calle Pereyra Lucena, confirma que su itinerario laboral trascendió las fronteras de la moda argentina. Ahí están las imagenes del recordado vestido rojo y negro que llevó Norma Aleandro cuando «La Historia Oficial» triunfó en Hollywood, además de las del espectacular traje de novia con moños en las mangas y miriñaque que realizó en tiempo record para Susana Giménez, o el descomunal diseño que llevó Claudia Villafañe en su boda con Diego Armando Maradona celebrada en el Luna Park.
También vistió a Sofía Loren, Gina Lollobrigida y Joan Collins, y se codeó con André Courrèges, Paco Rabanne y Pierre Cardin, entre otros diseñadores. Algunos de ellos fueron entrevistados por la propia modista para el programa 360 «Todo para Ver».
En palabras de sus colegas
«Fue la señora de la moda argentina -dice Gabriel Lage ante la triste noticia de su fallecimiento-. Sé que ella hacía moldería sobre el cuerpo de las clientas, tenía la escuela de la moda italiana. Siempre me pareció una gran trabajadora. La conocí personalmente no hace tantos años y coincidimos en la misma pasión.»
Por su parte, Adrián Brown afirma: «Entendió que podía hacer algo grande, con una estética muy propia, y un oficio único. Bastaba con mirar sus manos, un poco torcidas por el esfuerzo. Sus prendas tenían arquitectura y dramatismo. Era cariñosa, cortés y muy generosa. Estuvo cuando presenté mi primera colección, aún 10 años después de haber pasado por su escuela de Mansilla.»
Y Santiago Artemis agrega: «Elsa Serrano abrió un mundo de fantasía y al mismo tiempo era una mujer que entendía a la mujer. Su momento de auge fue fantástico; sus lunares, sus encajes, su modo de confección y su estilo. Para mi como diseñadora de indumentaria fue un prócer.»
Serrano, con épocas de más o menos popularidad, trabajó hasta sus últimos días, siempre acompañada de su hermana Elmora Suarez, con su persistente acento italiano y sin dejar de recordar su terruño.