Contexto. Esa fue la palabra que determinó todo, o casi todo, lo que sucedió anoche en la 93° ceremonia de los premios Oscars. Es que la pandemia del Covid 19, se coló, como no podía ser de otro modo, en la organización y también en el andar de los nominados, aunque no tanto lo discursivo, ya sea en lo verbal como así tampoco en lo vestimentario.
El escenario atípico, montado en el Teatro Dolby de Los Angeles, tomó la apariencia de un gigane café concert, que mixturó mesas con no más de cuatro celebridades juntas, todas hisopadas, incluso vacunadas, tal cual lo explicó Regina King apenas comenzó la entrega. En la previa al show, se vio una red carpet, ralentizada y deslucida, muy diferente a las de antaño. Algo lógico si se piensa que el flagelo del virus no terminó de azotar a todo el planeta. De hecho, impidió que algunos de los ternados no viajaran al encuentro y que, en cambio, siguieran la premiación vía streaming desde París, Sydney y Londres entre otros lugares.
En cuanto a los outfits, hubo algunas vestimentas destinadas a una alfombra roja como eran las de antes, con primacía en las faldas voluminosas y en largos imponentes, lo mismo en el brillo, peinado y maquillaje. Sin embargo, hubo algunas expresiones para destacar, que parecieron entender mejor en qué momento se estaba desarrollando la fiesta del cine mundial y a quiénes les estarían llevando un mensaje.
Uno de esos casos, fue el del vestido de Hermès que Chloé Zhao. La gran ganadora de la noche por la dirección de Nomadland, fue acorde a su modo de vestir, y no se disfrazó de nada, ni siquiera se maquilló o si lo hizo fue tan tenue que no se notó. Llevó, además, trenzas que parecían hechas por ella misma, y calzó zapatillas, costosas, hay que decirlo, aunque de apariencia austera, ideales para demostrar comodidad y lujo sustentable.
Otro para atender, fue el caso de Celeste Waite, más conocida como «Celeste» a secas, la cantante norteamericana de nacimiento, y británica de crianza, optó por Gucci. Nominada por «Hear my voice», la canción original del film El juicio de los 7 de Chicago, llevó un vestido en rojo y negro, con dibujo simil rombos en la pechera, discreto aunque elegante, y el toque lo digo con el clutch en forma de corazón, también de la casa italiana. Claro, que no se trató de un corazón como el típico del dibujo minimalista, sino que el minaudière fue rezalizado en rojo, turqueza y azul, y contó arterias y todo. Siendo esa pieza parte fundamental de la propuesta simbólica de Aria, la última colección a partir de la cual Alessandro Michele puso en valor el origen ecuestre de la firma y la cuestión afectiva que une a propios y ajenos.
Por último, la alusiva chaqueta de Travon Free le dio literalidad a un reclamo que se repitió en el escenario durante toda la gala. El comediante -ganador por el corto Two Distance Strangers inspirado en el asesinato de George Floyd- usó una prenda negra y dorada, diseño de Dolce & Gabanna, que en su interior tenía plasmados los nombres de los afrodescendientes que perdieron la vida en situaciones de violencia policial.