Con más de 20 años de trayectoria en el mercado argentino, la diseñadora de moda desembarcó en Nueva York con dos locales.
«Me encantaba la moda”, dice, y en ese recuerdo María Cherñajovsky retoma la certeza de la nena fashionista que solía visitar locales y dedicaba horas a observar el metier de la vestimenta. Luego llegó el interés por el teatro y la danza, hasta que a los 26 años se hizo cargo de ese primer amor y fundó la marca María Cher. Hija de un empresario y una trabajadora social, conformó un tándem imbatible con Gabriel Brener, su socio y marido.
Emprendedora nata, inmediatamente interpretó que el mensaje era fundamental a la hora de confeccionar y comunicar indumentaria: procuró gestionar una plataforma de acción para trabajar en temáticas de inclusión social. Lo cristalizó en los proyectos “Cosiendo redes” y “Mujeres que inspiran”, para después crear la Fundación Voz, que hace hincapié en el plano educativo con la idea de transformar la secundaria.
Tras dos décadas de trayectoria, es una de las firmas líderes del mercado —con más de 280 empleados— que no solo trascendió las fronteras hacía países limítrofes (Uruguay y Chile, entre otros), sino que, además, en 2022, inauguró dos tiendas en Nueva York.
-¿Cuál fue el propósito y cuál es el balance de esa apertura?
-Nosotros fuimos con una ventana que tenía que ver con muchos locales vacíos en Estados Unidos, con otro tipo de precios de locación. Por eso, aprovechamos y pensamos que era el momento. Hoy, nos vaya bien o mal, ya es positivo, porque tiene que ver con seguir creyendo en un equipo de trabajo. No lo hacemos solos. Fue muy estimulante para la empresa desde todas las áreas. Tiene que ver con lo que sabemos hacer, poner en acción las ideas y creer en nosotros.
-Hay algo sintomático: la firma comenzó después del 2001 y ahora se expandió en medio de esta otra crisis. ¿Cuál es el hallazgo de María Cher en estos 20 años?
-Creo que encontramos a una mujer que tiene algo masculino y también mucho de femenino. Esa cosa ecléctica, de la unión, del yin y el yan, de la contradicción de décadas y estilos, es un poco mi historia y en lo que creo estéticamente. Un día, una puede ser rockera, pero otro día necesita algo más romántico. Es ese el equilibrio que propongo, que fue variando, y en el que a veces me acerco más a ciertas tendencias. En Argentina estamos muy sólidos en este sentido. Estados Unidos es otra colección que tiene la misma concepción del equilibrio, pero con mucha preponderancia en las estampas y en lo femenino, porque es una necesidad de mercado allá.
-¿Es una marca de culto?
-Sí, pero no es una marca de fanáticos. Me gusta que sea así, creo más en eso. No vendo un estatus, sino que cada uno sea lo que es y yo lo acompañe con mis prendas. No me interesa que se vea que una prenda es de una marca, por eso me gusta que cada uno sea quién es.
-¿Qué le aportó a la industria en todos estos años?
-Es una firma que supo hablar de muchos temas. Eso de a poquito fue generando ideas y es muy loco, porque las marcas de moda somos más chicas que las de desodorantes, por ejemplo, pero nosotros decimos cosas y la gente escucha. Muy pocos años después de comenzar, decidí empezar a tener campañas donde traté de decir cosas que nos sucedían a las mujeres. También creo que es una marca que genera identificación por ciertas temáticas que son genuinas y no de marketing. Tienen que ver con nosotros y con nuestro tipo de trabajo, es una necesidad personal de utilizar este espacio para algo más que contar de qué se trata la colección.
-Algunos creen que es el momento para que la moda cambie en cuanto a la diversidad, la sustentabilidad y la tecnología usada en el mejor de los sentidos. ¿Lo ves posible o es una utopía?
-Puede ser real, pero en mucho tiempo. Este es un camino largo. Se van sumando aditivos a esas temáticas y va mejorando la industria. Hoy no es posible ser cien por ciento sustentable, inclusivo y tecnológico. Uno se va metiendo de a poco, dentro de las posibilidades que se van dando.
-En el 2019 te acercaste al Consejo Federal Argentina Contra el Hambre convocado por el gobierno ¿en qué quedó eso?
-Como habían convocado a la gente que estaba relacionada con la alimentación fui como representante de mi familia, que es exportadora de pescado. Mi padre no podía ir y me pidió que fuera. Después empezó la pandemia y tuve que sostener mi propia empresa porque tenía cerrados los 30 locales. Era una reunión enorme donde estaban grandes representantes de sectores sociales, las universidades y la iglesia. Para mí fue un honor escucharlos. Pero lamentablemente nos pasó lo que nos pasó y me parece que la pandemia hizo redirigir esa mesa del hambre.
-Hay dos cosas que siempre se le critican a la industria local: por un lado, el tema de los precios y por otro, que, desde que existe, la moda argentina siempre mira hacia afuera para copiar. ¿Qué opinión tenés al respecto?
-Creo que está bueno que cada uno pueda tener su propia identidad, poder diseñar, pero en todas partes del mundo se mira que está pasando alrededor. Si hay algo que parece atractivo y se quiere hacer, hay un lugar de reinterpretación, después algunos que copian literalmente. A mí me parece más interesante cuando una logra su sello y es coherente. No me rasgo las vestiduras si una marca copia alguna cosa. Pasa con las telas, con los diseñadores gráficos.
-¿Puede tener que ver con el código visual de la época que se asimilan cosas que ya están?
-A veces pasa que uno lo saca primero y es muy parecido, y hay algo que tiene que ver con que estamos tan llenos de cosas. Pero hay diseñadores de nicho, muy fuertes, que no están mirando tanto, son los que están generando algo nuevo. Muchos son más estilistas que diseñadores.
-Y hablando de producto, ¿cuál es el hit de María Cher?
-El traje, lo vendemos a lo loco, en invierno y en verano. Tenemos muy buenos sastreros y telas. Nos hicimos fuertes ahí. Es algo muy genuino mío, lo uso muchas veces. El otro artículo son las túnicas, los vestidos largos y también los enteros. Son prendas importantes. Estéticamente, en un punto, soy brutalista. Hay algo de eso.
-Cuando ves mujeres con tu ropa, ¿te conmueve o lo tenés naturalizado?
-Sí, todo, ver la ropa, cuando me saludan y agradecen o cuando entro a mi oficina y me doy cuenta de cuánta gente trabaja con nosotros. Por suerte no me acostumbro, y en las fiestas de fin de año, cuando tengo un momento de reflexión, no paro de agradecer a todos. Somos un equipo enorme que nos acompaña desde hace 15 o 20 años. Soy muy agradecida de lo que logramos y que la gente nos siga eligiendo.
-¿En qué reconocés que te equivocaste?
-Ahora estoy bastante más tranquila, pero durante muchos años me ponía nerviosa, era muy brava. No me enorgullecen mis formas de ese momento. Eso no estaba bueno. Desde lo laboral soy muy autoexigente conmigo y con los demás, era muy dura, directa. Hoy me lo tomo de otra manera, no llego a esos lugares. Me siento muy cuidada y querida por la gente que trabaja conmigo.
-Y aunque suene ególatra, ¿en qué te aplaudís?
-Creo que lo que me genera más orgullo fue seguir conectada a mi vocación social y en eso Gaby (su esposo) fue parte de ese proceso. Ahí se generó “Mujeres que inspiran”, que estos años no se pudo hacer por la pandemia, pero ya volvemos. Es un espacio muy interesante, que no es solo de género, tiene mucho que ver con la inclusión. En nuestro país, lamentablemente, el tema más importante es el de la justicia social. Hay que hablar de eso y de quiénes generan cuestiones para mejorar esa realidad. También me enorgullece que pudimos superar el cierre de Editor (tienda de departamentos que estuvo en microcentro, Palermo y Nordelta) y hoy seguimos apostando. La vida se trata de eso, te caés y te volvés a levantar.
Nota publicada en Revista VIVA