Con el inconfundible estilo de la artista mexicana, Sofía Suaya creó su propia colección de joyas Amor y devoción. La presentó en Malba.
Si bien el 2022 fue el año de los continuos homenajes a Frida Kahlo, en coincidencia con el aniversario 115 de su nacimiento, lo cierto es que el interés por la artista mexicana no solo persiste, sino que se hace cada vez más expansivo y ahora, incluso, toma la forma de objetos de culto. Así lo demuestra la colección de joyas Amor y devoción diseñada por Sofía Suaya en torno a la pequeña y valiosa pintura “Diego y yo” (1949), en el marco de Tercer Ojo, la exposición que hasta septiembre se puede ver en el Malba.
Compuesta por collares, pendientes, dijes y anillos desarrollados en plata, oro y piedras preciosas (diamante y rubí) y semipreciosas –turmalina, ágata musgo, ónix y granate, entre otras– se trata de piezas inspiradas en el Diario de Frida. Un íntimo retrato; el emblemático documento autobiográfico conformado por el facsímil de los textos y las imágenes donde, durante los diez últimos años de su vida, Kahlo plasmó el intenso relato de sus encuentros y desencuentros con Diego Rivera.
A la venta en la tienda del museo, las joyas fueron dadas a conocer a través de una conmovedora performance cuya poética incluyó boleros interpretados por Julia Ortiz del dúo Perotá Chingó, en el contexto de una escenografía plagada de claveles rojo punzó, además de fotos de la dupla de artistas, un ejemplar del libro en cuestión y botellas en modo candelabros que definieron la ceremonia pagana, aunque ceremonia al fin. “Entre la contemplación de la obra y la lectura del diario, pude sumergirme en ese estado de amor profundo, casi obsesivo, que Frida sentía por Diego”, explica Suaya.
¿Qué representan estas piezas? Un cruce entre las expresiones propias del universo de la alquimia y el ocultismo, las tradiciones populares mexicanas y la simbología espiritual hinduista. A su vez, insisten en símbolos relacionados a lo intuitivo y lo onírico (los ojos, los astros o el fuego) y en la iconografía religiosa universal aparecida con la palma de la mano abierta, las lágrimas de sangre y el rosario.
“También me inspiró la paleta de colores: el verde de la esperanza y el rojo que simboliza el sufrimiento y la pasión”, indica la autora de las joyas, quien en su exhaustiva investigación procuró indagar en el inconfundible estilo de Frida. El mismo que fue reconocido a lo largo del tiempo como una fuente de inspiración para marcas de indumentaria (por caso Jean Paul Gaultier, Rei Kawakubo y Alexander Mc Queen) y que continúa siendo emulado por mujeres y niñas, en todo el mundo. Alcanza con revisitar la variedad de prendas que imitan el huipil característico de la vestimenta mexicana o la diadema de flores que llevaba la artista, actualmente multiplicada ad infinitum adentro y afuera de las pantallas. Aunque en este caso, la recuperación hace foco en los collares cortos y los aros vistosos, lo mismo en el uso de las piedras en cuanto a los materiales.
Si bien la línea no está cerrada y habrá nuevas creaciones, las piezas que se destacan en esta primera edición son el japa mala, guirnalda de origen hindú, destinada a las oraciones, y la gargantilla modelo choker, donde la frase “Ojos en las manos, tacto en la mirada” está bordada sobre tela, referencia típica a la cultura azteca. “Me gusta que mis colecciones sean algo vivo, que sigan expandiéndose, como el amor”, sintetiza Suaya.
Artículo publicado en Revista Ñ, diario Clarín