Se realizó la cuarta edición de Mercedes Benz Fashion Week (MBFW) Chile. La versión sudamericana de un evento que también se desarrolla en las principales capitales del mundo. Este año no solo mantuvo el horario nocturno (21.30 a 23) sino que además innovó al elegir una locación inédita: el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago (MAC), el escenario que recibió doce propuestas de diseño de autor y marcas comerciales, nueve chilenas y tres de Brasil (Weider Silveiro) Argentina (Chain) y México (Julia y Renata).
Una imponente obra hecha con textiles por el artista italiano Michelangelo Pistoletto, suspendida bajo el cielo raso del salón principal del lugar, resultó el marco perfecto para este encuentro que tuvo como lema la atemporalidad. «Ampliar y diversificar las colecciones exhibidas y situar a la moda chilena en el mapa internacional son nuestros principales objetivos para esta muestra», expresó Pía Montalva, académica, especializada en estudios de moda y curadora de MBFW Chile.
Con la diversidad en la mira
Pasadas las 21.30 del martes, Weider Silveiro fue el encargado de abrir el evento con vestimenta con eje en la diversidad. Mostró un cuidado street wear con prendas enteras, oversize, en estampados tipo tartán o pied de poul aunque mixturados también con plástico. Lo de Silveiro fue una expresión poética en reclamo por las personas del colectivo LGTB que están en situación de calle, hecho para nada menor si se tiene en cuenta el contexto socio político que atraviesa Brasil. «El país es un caos. Los brasileros pelean entre preservar los derechos humanos y lograr un crecimiento económico. Necesitamos ser muy conscientes en nuestras decisiones» comentó el diseñador.
Otro aspecto vinculado a lo diverso y en el que también se hizo foco en esta semana fue la indumentaria genderless. Tanto la colección de MO, la firma que comanda Magdalena Olazábal, como la de la argentina Lucía Chain apostaron una vez más a la ropa sin distinción de género en cuanto a tipologías y colores. Pudo verse a hombres vestidos en color rosa y a chicas y chicos llevando quimonos con estampa cuadriculada o camperas bomber con prints gráficos. Además, MO abrió el campo hacia otras disciplinas del diseño y tomó como motivo de sus estampados el terrazo, un material hecho con descartes de mármol que fue muy visto en el último Salone del Mobile en Milán.
Gran protagonismo de las estampas
Resignificar los motivos y las tipologías de los 90 fue el tema de varios diseñadores, como la argentina Victoria Moraña y la chilena Bernardita Torres, de la marca Qüina -a punto de abrir un nuevo local en Miami-. Mucho animal print, paillettes y colores shoking (con primacía del naranja y el fucsia). Los Kokoro, de la pareja de los diseñadores Ignacio Murua y Pola Morera, también aludieron a la fusión estridente de colores y de texturas.
Isabel Felmer fue otra reversionó propuestas de otras décadas y clásicos y mostró un pret-à-porter con pantalones, sacos, vinchas y lentes, echando mano a las inolvidables biba girls que desandaban la Londres de fines de los 60. Kika Neuman, en cambio, remitió a las mujeres contemporáneas y las pensó como viajeras, urbanas y atemporales, en sintonía con la propuesta general del evento. Los colores oscuros (azul noche y negro) fueron los protagonistas en un diálogo de capas textiles (lúrex, crepé y alpaca), un recurso sostenido de la firma.
En el caso de Duende Capitalista, con su colección Casada & Cansada mostró irónicas novias arrepentidas y viudas alegres y colmó la pasarela con guiños a los comienzos del siglo XX. Utilizó lazos, perlas y encaje privilegiando el binomio del blanco y negro y sus ya emblemáticos sombreros hechos con paja de trigo por una artesana del sur de Chile. Con esa pasada se ganó la ovación de parte del público que arengó pantallas en mano.
La búsqueda sostenible hacia los oficios ancestrales se dio también en la pasarela de Lucia Chain, ya que los géneros con que trabajó fueron desarrollados por la cooperativa textil Inimbo del Chaco, aprovechados al máximo en el corte ( zero waste) y la confección, teñidos por ella con piel de cebolla y tallo de remolacha. Esta apuesta hacia lo natural fue confirmada con los modelos que llevaban ristras de frutas como si se tratase de accesorios usables.
Igual intención se advirtió en la pasarela de las Munay Sisters con su Unidos, colección en la que trabajaron con lana local chilena discontinuada y con algodón Pima certificado. Inspiradas en uniformes de trabajo, exhibieron prendas holgadas, muchos nudos creados para sostener o unir dos cuerpos separados.
Pasadas las 23 horas del jueves la melodía de un canto cardenche de las comunidades del norte de México fue la antesala para que las hermanas Julia y Renata (Franco) que remitieron a su tierra natal con acento a la técnica manual del pliegue que trabajan las mujeres indígenas de su país. La paleta de colores tomó prestados tonos de la gastronomía, de la curcúma o de la sal del Himalaya, entre otros.
Así, mientras sonaba Jay Jay Johanson, con una coreografía de rasgos oníricos a cargo de Carola Cussen (responsable de la musicalización de todas las pasarelas de estos tres días), mostró piezas amplias y de líneas simples que casi que se deslizaron por la pasarela y dieron fin a esta edición de la moda chilena.
Pasarela en números
- 50 Modelos
- 48 hs llevó transformar el MAC en una pasarela
- 1400 personas vieron los desfiles en MBFW de Chile