Esta vez la fantasía de Alessandro Michele transcurrió en el hub, el sitio de coworking, que Gucci tiene en Milán en la última fecha de la Milano Fashion Week. Ahí, en un espacio blanco impoluto, con iluminación quirúrgica, se vio a los modelos transitar la cinta mecánica verde móvil con la apariencia de un aeropuerto. La cuestión es si era para viajar al pasado más retrógado o para volver al «futuro» nostálgico de los 70.
En una primera etapa la firma italiana que ya cuenta con 98 años de vida, mostró conjuntos asépticos en blanco y crudo, semejantes a chalecos de fuerza y otras formas y avíos propios a los usados en un hospital y llevando al extremo la cosa hasta se puede decir que no hicieron más que emular a enfermos de un neuropsiquiátrico.
Y no queda otra que vincular esa estética de «vigilar y castigar», claro, con el emblemático trabajo escrito por Michel Foucault hace más de 50 años. «La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, ‘cuerpos dóciles'», dijo el autor francés sin la menor idea de que después aparecería Michele llevando esto a una pasarela.
La duda ahora es: hasta dónde la firma del grupo Kering está apelando a la ironía o si la ironía puede devenir en una perversión. También si se trata de una critica al sistema o el sistema fagocita incluso ese intento de resignificación.
Para la segunda parte del show cambió la bocha con tipologías sastreras, matcheadas con otras deportivas, además de las alusiones a la moda setentosa y una paleta que osciló entre verde, rojo, ocre y lila. Fue escaso el recurso del monograma que apareció saturado en temporadas anteriores, así mismo de los apliques y bordados. Si hubo lentes de estética Gucci y accesorios despopilantes como acostumbra el diseñador que ya lleva cuatro años en la marca. Alcanza con ver las carteras con la leyenda «Orgamisque» (orgásmico) plasmadas en el cuero talabartero típico de la firma. Además de las fustas, transparencias, botas sado y vestidos lenceros.
Si bien la ropa del comienzo no será para vender, el propósito estuvo claro: pasó de denunciar la represión de un sistema de control a la satisfacción que, a veces, puede proponer la moda.