Gasalla y los atuendos de sus personajes

Más que inolvidables, se volvieron indelebles. Eso fueron y seguirán siendo cada uno de los personajes que interpretó Antonio Gasalla, fallecido hoy a los 84 años. 

Sin dudas se fue uno de los últimos capocómicos, tributario del teatro de café concert de los 60,  que se volvió popular -muy popular- entrados los años 80 en la programación de la recuperación de la democracia. “El mundo de Antonio Gasalla” contó con la participación de figuras ilustres como Norma Pons, Juan Acosta, Adriana Aizemberg, Daniel Aráoz, Claudio Giúdice, Verónica Llinás, Luis Mazzeo, Juana Molina, Carlos Parrilla y Mónica Scapparone, entre otros.

Luego, continuó con «El palacio de la risa» y las más cercanas en el tiempo, intervenciones del personaje de La abuela en el show de Susana Giménez. 

Gasalla interpretó una amplia galería de roles que no eran otra cosa que personajes muy grotescos aunque, al mismo tiempo, extremadamente reales. Todos y todas conocíamos a alguien parecido a esos seres exagerados, siempre en el borde, hoy inimaginados en el prime time de la pantalla chica. 

Cómo no recordar a La abuela, Soledad Dolores Solari o la nena maquiavélica que enoloquecía a sus padres, además de Bárbara Don’t Worry y la intérprete de señas. De algunos no recordamos siquiera sus nombres pero sí los yeites y las muletillas que usaban y que se volvieron parte de nuestro entendimiento cotidiano. Algo parecido pasó una década después con Juana Molina, quien también fue de la troupe de Gasalla. 

Lo más atractivo aún, es que su humor no tuvo ni una pizca de corrección política. Y sí nos lo preguntamos hoy, seguramente alguno de esos personajes hubiese sido cancelado. Alcanza con recordar que una tenía la denominación de “La gorda”, también había un ciego y una señora en silla de ruedas, que justamente no se caracterizaban por su bonhomía. 

Y hay que decir además, que en ese tiempo no solo eran admirados por el público sino también venerados y hasta imitados por personas de ambos géneros y de todas las edades. Esto último se traduce en que fuimos niños y niñas en esa época, teníamos, claro, nuestro Gasalla predilecto.  

A su vez, algo sumamente relevante es que en la conformación de esos roles fue central, incluso, constitutiva, la caracterización que llevó adelante, incluidos el peinado y el maquillaje y sobre todo el vestuario. Sin exagerar, no habrían alcanzado el impacto y la masividad que lograron si no hubiese sido por cada una de las prendas seleccionadas para componerlos. 

La mañanita rosa de La abuela, las bombachas caídas y la bolsa del mercado con los productos saliéndose por todos lados. Lo mismo el trajecito negro asceta, casi monacal de Soledad Solari, ni hablar las prendas hiperajustadas y exageradamente vibrantes de la periodista cholula. 

Los anteojos de vidrio verde botella de Yolanda, el estilo barroco de la maestra Noelia y el desdén vestimentario de la empleada pública con la blusa con lazo y el guardapolvo en color pastel, también se volvieron un sello de Gasalla. 

Pero hay algo más, es que también Gasalla incluyó moda en su programa, de hecho en una de la emisiones de 1990, bromeó con las prendas de los actores que lo acompañaban, todos ataviados en Modart y las actrices improvisaron un desfile vestidas con descomunales diseños de Roberto Piazza. 

«¿Por qué mostramos ropa? No sabemos muy bien por qué», expresó. «Esto demuestra que acá hay diseñadores que podrían hacer ropa a nivel internacional y exportarlos para el mundo”, agregó con su estilo habitual.

Así, una vez más, leyó no solo el presente sino que, se adelantó a algo que se podría repetir sin cesar. Esto da cuenta de la vigencia de sus personajes, también de sus comentarios… y de ¡cuánto hace falta un Gasalla hoy!

 

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