“De la prenda hacia afuera, el mundo infinito y complejo; y poncho adentro, el universo, animando los sentimientos del hombre” dice Atahualpa Yupanqui en la canción El Poncho, y esos dos planos, el del interior y el exterior, podrían explicar por qué las candidatas para estas elecciones 2019 recurrieron al poncho para sumar o completar su discurso vestimentario. Lo cierto es que el uso del poncho o de tipologías similares fue una constante -incluso antes del inicio de la campaña- tanto para la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, como para la presidenta, mandato cumplido, Cristina Fernández.
En el caso de Vidal recurrió más que nada a reinterpretaciones hechas en paño o lana sintética y, en su mayoría, se trató de desarrollos industriales.
En cuanto a Fernández sucedió lo mismo con excepción del jueves 17 de octubre, cuando celebró el día de la Lealtad peronista en La Pampa y se mostró con un poncho que le regaló el gobernador de esa provincia, Carlos Verna, hecho por la artesana Elvira Toledo. Una pieza en lana de oveja, hilada en rueca y sin teñir. A esa oportunidad se sumó la del cierre de campaña, este último jueves 24, cuando la candidata a vicepresidenta avanzó raudamente por la pasarela que conducía al escenario montado en la ciudad de Mar del Plata, con un amplio poncho, celeste con una guarda blanca, que a simple vista proponía una remisión inevitable a la bandera argentina. Por la caída podría ser un poncho artesanal, aunque por la guarda y la cantidad de flecos responde más que nada a un poncho industrial.
La prenda que si bien no es costosa y es usada en celebraciones populares, fue muy comentada en las redes sociales. También hubo grieta en ese sentido: los fanáticos de la ex mandataria, vitorearon la decisión de usar un poncho con los colores de la bandera argentina y los contrarios, afines a Vidal, le adjudicaron el uso del poncho con primacía de la gobernadora. Aunque amerita decir que Vidal solo usó un poncho -genuino- durante la semana de mayo de este año cuando apareció en más de una foto en su instagram oficial con una pieza hecha por la artesana Graciela Salvatierra de Belén, provincia de Catamarca: un poncho de fibras teñidas hecho en telar a mano.
Ponchos con historia
El recurso del poncho o símil en la sintaxis fashion de los políticos argentinos no se puede circunscribir a los funcionarios contemporáneos, sino que al menos desde mitad del siglo XX ya lo usaron en diferentes situaciones: alcanza con recordar a Juan Domingo Perón, Ricardo Balbín y Arturo Illia, los tres usaron mantas de vicuña. Carlos Saúl Menem, oriundo de La Rioja, usó poncho en reiteradas oportunidades en sintonía con la excelente producción que hay en esa provincia.
Durante su mandato, el presidente Mauricio Macri vistió poncho, cómo no podía ser de otro modo, en la fiesta nacional que de esa artesanía se hace Catamarca. Alberto Fernández también estuvo rodeado de ponchos en la última edición de esa celebración, secundado por Lucía Corpacci, gobernadora de esa provincia.
La primera dama argentina, Juliana Awada, durante la campaña se mostró abrazando a la artesana jujeña Rosario Quispe, con un poncho de lana de llama frisada hecho por la hilanderia Warmi.
Otro que lo usó aludiendo a su origen es el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, en una puesta mimética con su esposa la actriz Isabel Macedo. Ambos aparecieron vestidos con el popularmente conocido como “poncho salteño”. Esas piezas en rojo y negro, que según Roxana Amarilla, directora del Mercado de Artesanías Tradicionales de la Argentina (Matra), son las que se realizan “en telar criollo, en dos paños que se unen generalmente con una costura en zig zag llamada quenqo o con costura en forma ala de mosca”.
Amarilla recuerda y aporta, además, una imagen de Néstor Kirchner en un acto con un poncho mapuche. Y esa no fue la única vez que el ex presidente se mostró con poncho también lo hizo en un acto en Luján en el 2006. En esa oportunidad llevó puesto uno celeste con guarda blanca que había recibido como obsequio del intendente Miguel Ángel Prince en el marco de una inauguración en esa ciudad. La singularidad de esa pieza es que era reversible, siendo éste un dato para nada menor ya que al cotejar esa imagen, de hace trece años, con la de la ex presidenta, ahora, en el cierre de campaña, se puede suponer que podría tratarse de la misma prenda puesta de un lado y del otro. De ser así no solo da cuenta de la versatilidad de ese poncho sino que además contribuye a la épica de la historia del peronismo.
Hoy se sabrá si el uso del poncho quedará en el recuerdo por la foto de la gobernadora reelecta o por la electa vicepresidenta. Como sea, que sea poncho adentro y “animando los sentimientos”, como dice Atahualpa.