Desde la mañana de ayer que la escena de la moda local lamenta profundamente la muerte de la estilista, productora y hacedora María de los Dolores Navarro Ocampo. Dolores, como la llamaban todos, tuvo un paso por este mundo, tan fundamental como fundacional y sobre todo muy significativo para los diseñadores de indumentaria, peluqueros, maquilladores, y cronistas de, al menos, tres generaciones.
Además de trabajar como productora en la revista Para Ti desde fines de los años 70, fue la primera en obtener el cargo de Jefa de Moda. Creó, además el ciclo de desfiles Grandes Colecciones y ya entrado el segundo milenio trabajó en el Programa de Apoyo a la Moda y el Diseño-Hecho en Argentina, de la Secretaría de Cultura y Comunicación de la Nación y trascendió con la fundación de la feria Puro Diseño.
En los últimos años junto a su colega y amiga Matilde Quintana gestionó la fusión de diseño de indumentaria y mobiliario en la innovadora Tendencia Arenales. «Era una persona muy especial, que solo con su presencia inspiró a otros diseñadores. Tenía sabiduría, era culta y un estilo increíble, no necesitaba demostrarlo. Cuando el diseño no tenia valor ella ya le daba valor. Nunca un «no» y muchos «si», así era trabajar con ella. Siempre fue positiva y nos impulsó. Con Tendencia Arenales le dio lugar a gente nueva que le parecía muy creativa. Visionaria y generosa son buenas palabras para describirla» dice Quintana.
Oriunda del campo, Dolores tenía su refugio en Córdoba, ese lugar, el terruño y el origen era algo que compartía con el peluquero Juan Olivera, quién comenzó a hacer producciones con ella para la revista Elle, hace casi 20 años. «Me enseño a partir de la nobleza, con clase, aunque con bajo perfil – recuerda Olivera- Un día me di cuenta que era de San Esteban adonde vive mi hermana. Coincidimos en veranos e íbamos a pasear. Ella quería remontar el pueblo con un proyecto solidario con los chicos de las escuelas». Y hay algo más en el vínculo que los unió: «Fue una de las primeras en dejarse las canas y en usar ese color, plateado. Fue mi musa inspiradora y siempre la daba como referencia. No me queda más que decir que todas mis alabanzas son para ella y la pena de haberla perdido», comenta.
Durante tres años Dolores asistió al taller textil de la diseñadora Araceli Pourcel. Allí bordaba, exploraba y contaba – a través de los textiles- historias como para que sus compañeras pudieran conocerla un poquito más. «Era muy talentosa, en su último tiempo hizo una búsqueda de expresión, a través del bordado, con piezas que tenía de su casa de chiquita. Hablaba mucho de su infancia a través de los textiles, y en el taller, en ese hacer, nos fue contando su vida” así la recuerda Pourcel.
“La/niña/urde/picardías/eternamente”, esas palabras, en formato de verso, quedaron plasmadas en una de sus obras. Las bordó en tonos tierras y rojizos, en telas que podrían ser de tapicería, de una de sus prendas o de algunos de los miembros de su familia. Ese fue uno de sus últimos y valiosos trabajos. Ahí sin saberlo también estaba dejando parte de su legado, que, sin dudas, se extenderá en el tiempo, eternamente, sin principio ni fin.