Más de 600 obras, piezas de diseño y objetos domésticos elegidos con precisión documental cuentan el siglo XX desde el talento, la economía y el afecto a los bienes, recobrado en la pandemia.
«¿Cuáles son las cosas de los argentinos?», preguntó Martín Kohan en la conferencia de apertura de la mega exposición Del cielo a casa. Conexiones e intermitencias en la cultura material argentina, que inauguró el programa 2023 de Malba. Y esta es una de las cuestiones fundamentales y fundacionales de esta muestra que propone una mirada etnográfica, para correrse del protagonismo otorgado con frecuencia a los autores, creadores y productores, poniendo, esta vez, el foco en los usuarios de las cosas.
Bajo la curaduría interdisciplinaria de Sebastián Adamo, Gustavo Eandi, Marcelo Faiden, Carolina Muzi, Verónica Rossi, Juan Ruades, Martín Wolfson y Paula Zuccotti, equipo comandado por Leandro Chiappa, más de 600 piezas conforman la muestra. Se organiza en trece grupos presentados como constelaciones de pensamiento e intuición (Argentum, Siam/Di Tella, Centro, Hogar, entre otras) que disparan indagaciones en los usos y las costumbres en torno a esos objetos que pueden ser referenciales para el diseño local, aunque ésta no es condición para que estén presentes, sino que, por el contrario, su incorporación responde más bien a un valor afectivo.
Esa misma razón es la que les da legitimidad, en un rescate emotivo que se vuelve un espiral de retornos al pasado más o menos próximo y al sostenido tupé de traer esas cosas analógicas al aquí y ahora, en un contexto saturado de pantallas.
Mobiliario, indumentaria, calzado, automóviles, motocicletas, helicópteros, electrodomésticos, joyas, accesorios, golosinas, también utensilios de cocina y otros que hacen culto a la belleza, cosas que connotan o están representadas a partir de otras cosas: un cartel, un libro, una foto o un packaging de algo, que a su vez es, claro, otra cosa.
A las piezas prestadas por la colección del Museo Moderno y por el archivo de Fundación IDA, se suman los materiales audiovisuales de la Filmoteca Buenos Aires, seleccionados por Fernando Martín Peña, director de cine de Malba, como del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, elegidos por Raúl Manrupe y Andrés Levinson.
Además de las obras de arte ya existentes, y las comisionadas para esta expo: un ensamblaje escultórico de Daniel Joglar con pelotas Pulpo, y las instalaciones de Sofía Durrieu –cuya escultura performativa de su serie Arco reflejo está en consonancia con el instrumental quirúrgico creado por el doctor Pedro D. Curutchet en los años 40– y la de Valentín Demarco una selección de mates, en tanto cosa argenta por excelencia y de goce sensorial y sexual, desde su perspectiva.
Así, se organiza el extenso mapa de objetos, obras, documentos y videos, que no se ajusta a un corte temporal, más allá que la exposición coincide –hay que decirlo– con dos sucesos insoslayables: el 40 aniversario de la restitución democrática tras la última dictadura (1976-1983) y las seis décadas de la primera muestra de diseño en la Argentina (CIDI, 1963).
Lo cierto es que este entramado invita al visitante a armar su propio listín de cosas y cositas predilectas, ya sea por la añoranza, la curiosidad que despiertan o el mero deseo que le generan y que, a su vez, puede ser leído o interpretado en torno a las remisiones que trae aparejadas, de acuerdo con la coyuntura a la que corresponden o por la historia que les dio origen. Vale en ese sentido subrayar que esta no es una muestra que se jacte de las piezas de diseño incorporadas, por el contrario, desdibuja los límites con el arte y plantea cómo se desarrolló esta disciplina en el devenir político, social y económico de la Argentina.
Galaxia de cosas
Si hay algo que persiste al recorrer la extensa sala del segundo nivel del museo es la sensación extendida de que todos los que circulan alrededor de las constelaciones están o quieren estar entre las cosas, ya sean las propias o las ajenas (“Quiero estar entre tus cosas”, cantó al piano Daniel Melero al cierre de la conferencia inaugural). Derrotero que, además, puede ser asimilado en la línea imaginaria que une el plano celestial y el del día a día, los que le dan nombre a la muestra, inspirados en el libro homónimo de Hebe Uhart y en la operación que se realizó en el plano museográfico.
Como en un work in progress editable al infinito, donde las cosas podrían quitarse o ser cambiadas de sitio, de uno de los ejes temáticos al otro éstas están dispuestas en pilas de ladrillos de apariencia improvisada, recurso que refiere a los juegos infantiles de construcción y por qué no, valga la metáfora, a un posible rebote de sentidos sobre el suelo de goma negro que le suma aspecto industrial a la expo.
Un conglomerado de cosas donde no hay jerarquía, tampoco grieta, sino que el único imperativo evidente es el de la argentinidad (mate, alpargatas, fútbol, Mar del Plata, etc.) donde en definitiva la pieza más aspiracional de todas (la de la recreación del escaparate de la tienda o el vestido de “alta costura”) deviene terrenal y, por ende, accesible. Aunque también hay una propuesta aunada en la porteñidad no por etnocentrismo capitalino, sino más bien en alusión a la metrópolis o incluso a la recordada proxemia artística de los 60, en la lograda alusión al Centro, bien cerca a Siam/Di Tella, que ineludiblemente propone un viaje en el tiempo a “la manzana loca”.
Así es que Argentum es el primer conjunto de cosas al ingresar a la sala, donde una obra cinética de Julio Le Parc se une con un Sifón Drago, un lingote de aluminio de Aluar, las piezas de Belgiorno o el más cercano corazón latente de Cabinet Oseo. Constelación que reconfirma cómo es que los materiales pueden signar épocas, ya sea por el destaque en la cosa que define o simplemente por la apariencia plateada en una oda de la génesis nominal de la patria. También a materiales alude la ya mencionada Siam/Di Tella en referencia a la metalmecánica más grande de América Latina que a mediados del siglo 20 impulsó la convergencia entre industria, arte y diseño, donde una heladera y un ventilador están asociados a la Lámpara Aro de Edgardo Giménez, el catálogo Plástica con plásticos, diseñado por Juan Carlos Distéfano y una obra en acrílico de Rogelio Polesello (1971).
Ahí nomás Centro es una constelación que propone un lugar o trayecto, con las fotos de las vidrieras de Harrods, creadas por Juan Batlle Planas, en sintonía con el arte de tapa de los discos del rock nacional de Juan Gatti, un pocillo del Florida Garden y la señalética del Subte diseñada por Ronald Shakespear; igual en Campo que incluye la caja de fósforos Ranchera producida a escala, vinculada antojadizamente –y no tanto– al vestido telúrico de Mary Tapia y la prenda de los 12-na (con botoncitos en forma de llama) jocosamente aliada a la proyección de una publicidad televisiva de los años 90: La llama que llama.
Y es el Recreo uno de los grupos temáticos que refiere a un espacio abstracto. El mismo que se vuelve concreto con el Asiento y pupitre diseñado por Ricardo Blanco, Osvaldo Fauci, Oficina de Diseño y CEPAD (1979), un facsímil de la patente de la birome retráctil de Ladislao Biro y el actual Lapicero Caballo realizado por Vacavaliente con cuero reconstituido, aledaños a la recreación del caramelo Mu Mu y al compendio de chistes Bazooka escritos por Rodolfo Fogwill. Tal cual pasa con Veraneo que exhibe la típica silla playera de la Bristol, cuyo diseño original data de los 20 y no tiene autoría, y la reversionada Rambla desarrollada por Cano Rolón, cien años después, en convivencia con la imagen de la vedette Moria Casán de Foto Estudio Luisita y la obra “Labial piedra de Mar del Plata” de Daniel Basso (2022).
A su vez, Hogar da respuesta tangible con la Pastalinda y el vaso que Durax toda la vida. Aunque lo doméstico atraviesa toda la exposición y le da preponderancia a las cosas propias del hogar, vistas ahora en el museo, aquellas que se volvieron más útiles o más queridas en la vida –puertas adentro– durante el confinamiento por el Covid-19.
Siendo Economía la constelación que sintetiza los vaivenes al pensar, hacer y usar las cosas, donde la calculadora Cifra 311 comparte vecindario expositivo con el vestido “El dólar” de Gino Bogani, la elocuente obra “Ministerio de Economía” de Federico Manuel Peralta Ramos, además de una olla Ferrum de la década del 50, la colección Essen diseñada por Alejo Estebecorena en 2015 y, como si fuera el epílogo; la cacerola de aluminio abollada a principios del siglo XXI.
Del cielo a casa – VVAA
Lugar: Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415
Horario: jue a lun de 12 a 20; mie de 11 a 20
Fecha: hasta el 12 de junio
Entrada: general $1100
Nota publicada en Revista Ñ