
Es catamarqueño y el primero del país convocado por la legendaria firma de moda francesa.
Con un banquito de madera debajo del brazo. Esa fue la postal con la que, hace veinte años, comenzó la historia recíproca entre Cristián Mohaded y la ciudad de Milán. Luego retornó en distintas oportunidades, y ahora hizo lo propio en el marco de la Semana del Diseño, ya en las grandes ligas, en una colaboración para Louis Vuitton presentada en los interiores del Palazzo Serbelloni.
Graduado como diseñador industrial en la Universidad Nacional de Córdoba, es el primer argentino elegido por la legendaria firma de moda francesa y el tercer latinoamericano, después de los brasileños Humberto y Fernando Campana, además es un nuevo integrante del seleccionado de lujo que, entre otros, conforman Patricia Urquiola, Jaime Hayon y Patrick Jouin.
Hasta acá, el trabajo de Mohaded, nacido en Recreo, Catamarca, se caracterizó por ir más allá de la funcionalidad y exhibir, tanto los conocimientos ancestrales condensados en una artesanía, como la nobleza de los materiales que emplea en instalaciones, muebles y composiciones lumínicas que realiza.
Entre sus piezas memorables se destacan las columnas hechas con volúmenes tejidos a partir del simbol, una técnica de cestería típica del noroeste argentino, lo mismo la reversión del sillón que Jean-Michel Frank realizó para el Hotel Llao Llao en la década del 30, y que Mohaded reversionó en 2021, con detalles de cardón de cactus secos provenientes de Jujuy y tapizado realizado en telar criollo, entre otras referencias telúricas.
Despuntó en Monte Abierto, la instalación que hizo durante la pandemia en el Pabellón de Argentina en la Bienal de Diseño de Londres y la posterior exposición individual Territorio Híbrido en el Museo Nacional de Arte Decorativo, asimismo con las colaboraciones para las empresas locales Nosten y El Espartano, y las internacionales Roche Bobois y Loro Piana.
Justamente, tras esa asociación, surgió la propuesta de Louis Vuitton, con quienes trabajó durante un año y medio para lanzar las colecciones Signature y Objetos Decorativos. Incluyen mobiliario, luminarias, textiles y vajilla, y son el resultado de una exhaustiva investigación llevada a cabo por el estudio de Mohaded, al revisitar no solamente sus anclajes territoriales de origen, sino la historia de la marca fashion, cuyas piezas icónicas se vuelven guiños en algunos productos.
Sobresale el sofá Aventura, que emplea los refuerzos habituales en los baúles de viaje de la firma, y la lámpara Noé con la pantalla adornada con una hebilla de cuero tomada como inspiración del emblemático bolso Steamer. También la alfombra que alude al motivo de la Chacana, símbolo de la cultura andina para representar la unión entre la tierra y el cielo.
-¿Cuáles fueron las premisas y cómo se hizo el desarrollo de las piezas?
-Casi todo es made in Italy o de Francia. Nos enviaron el catálogo de colores de los textiles y obviamente hubo sugerencias, porque había que alinearse con las colecciones de los otros diseñadores. Nosotros también propusimos lo que creíamos que iba mejor para el proyecto. Fue un diálogo, nada fue cien por ciento de un lado ni de otro. Querían que se vea la impronta de cada uno y eso es lo que más me gustó. Se pudo generar ese blend, de ambas partes, y creo que fue la colección que mejor funcionó y más repercusión tuvo.
– Louis Vuitton se basa en el savoir faire y los artesanos con los que trabajás también tienen su saber hacer. ¿Les interesó que relacionaras esas dos cuestiones?
-Sí, creo que las marcas están mirando eso. Están interpretando que el lujo va más por ese lado, con lo hecho a mano y el registro de lo artesanal. Estuve en los talleres de Louis Vuitton y vi cómo lo hacen, es impresionante, y eso pasa en plena ciudad de París.
-Sí, llevan mucho tiempo, hay que hacer el prototipo, que la silla sea estable, que no se quiebre, lo mismo con las lámparas. Además del control de calidad y un montón de otras cosas que se prueban antes de largar un producto. Todo eso es parte, no es como dice el dicho “soplar y hacer botellas”.
-Y en el camino, del proyecto al resultado, ¿cómo se maneja la frustración?
-Tengo la piel dura en ese sentido. Siempre les digo a los chicos de mi equipo que, de cien, tuve noventa y nueve “no”. Eso hay que tenerlo claro. Es como un ejercicio para ponerme a prueba y hacer algo que sea diferente.
-Sobre eso, llegaste a decir que, ese ejercicio, lo hacés como si fuera ir al gimnasio a correr…
-Sí, y la parte creativa es parte de ese ejercicio. Uno se abastece con lo que pasa en el día a día; ir a un museo, ver un árbol, la fachada de una casa, todo eso es conocimiento que voy teniendo. Soy una especie de esponja que voy incorporando información. Una mezcla de cosas, quizás veo una baranda que me llama la atención en el subte de París y le saco una foto porque me gustó la situación. Después, puede pasar a ser un detalle en otra cosa.
-¿Tomás la referencia?
-Sí, pero no directa, lo hago como reflexión hacia otra cosa. Por ejemplo, el córner de los baúles de Louis Vuitton es de tres partes y lo que nosotros hicimos es de dos, con otra forma. Va pasando por ahí.
-¿Cuál fue el hit de la colección?
-La mesa Atlas, en ónix y con líneas en travertino. Es una pieza más escultórica, que tiene fuerza por la piedra misma, las texturas y la transparencia. La alfombra Chacana también, por los colores, el recorte, y por ser diferente a lo que están acostumbrados a ver. Fue todo muy positivo. Si eran argentinos, era más exaltado el tema. Orgullo fue la palabra que invadió mis redes sociales en comentarios públicos y privados. La colección fue muy aplaudida a nivel prensa, salimos en todos lados.
-Podrías vivir en Europa o armar tu estudio allá, ¿por qué te interesa estar acá?
–Amo estar acá, obvio que allá hay un montón de otras cosas. Y Buenos Aires es una ciudad que a veces te satura, pero también moviliza.
-Me parece que hay mucho para hacer. El diseño atraviesa lo funcional como herramienta cultural. Eso es lo que trato de mostrar en mi trabajo. Por ahí, la industria no tuvo la posibilidad o la capacidad, son muchas las cosas que pasan, en lo económico y en el país. La parte artesanal y de los materiales es el fuerte, lo que más potencial tiene. Me interesa creer en una forma de diseño que está relacionada a eso. Para algunos esto no es diseño, es artesanía.
-¿Todavía continúa esta discusión?
-Sí, pero yo no lo discuto, para mí es diseño. Es lo que sostengo. Lo mismo si me preguntan si es diseño o arte. Prefiero no lidiar, no empaquetar, porque alguien en algún momento describió el arte o el diseño de una forma. Las cosas no son tan rígidas.
-¿Será porque el mundo está polarizado?
-Cada uno hace lo que quiere. Alguien puede decir que ese objeto es un jarrón o una obra. Queda en el que lo entiende y si no, quizás, no es para esa persona.
-Algunos sostienen que en la Argentina está el capital intelectual pero que no hay una industria del diseño. ¿Qué podés decir?
-Hay que ponerse en el lugar que le corresponde a cada uno. Quizás no es la industria para el mobiliario, pero sí es rentable hacer vasos o camiones. Para tratar de entender que cada uno tiene su rol. Acá, hay mucha cabeza. Estamos medio complicados por donde estamos ubicados. Por un lado, muy lejos, pero por otro, estamos en un lugar paradisíaco.
-¿En qué sentido?
-Argentina es increíble de norte a sur, en cuanto a lo geográfico, lo humano, la amplitud. Acá, tenemos espacio. Todavía estamos cómodos.
-¿Qué proyectos se vienen?
-Hay uno en el tintero para Brasil, y para acá de mobiliario, algunas instalaciones. También de interiorismo, de a poco me voy metiendo en ese mundo, tratando de hacer algo diferente, pensando qué es lo que tenemos dentro de las casas.
–¿Eso cambió en la pandemia?
-Voy más a la forma de los elementos que uno usa. Por ejemplo, en un proyecto que estamos haciendo no quiero traer nada de afuera, quiero que sea todo made in Argentina. Es una casa bastante particular, no una casa cualquiera. Proponemos otro concepto de interiorismo.
-El diseño tiene una función social. Desde que te recibiste hasta ahora, ¿notás algún cambio en la asimilación del público?
–Hoy el diseño está en boca de todos. Cada uno puede interpretar lo que quiere, a partir de la palabra diseño. Recuerdo a un profesor de la facultad que le preguntaba a los alumnos qué habían diseñado cuando presentaban su trabajo. Si alguien le decía, por ejemplo, que había hecho una taza, le preguntaba qué parte de la taza había diseñado, iba más a fondo. Una cuestión filosófica.
-Lorenzo Reyes es la voz del simbol. Yo hago una interpretación de eso y lo vuelco a las torres. En la Bienal de Diseño de Londres, el protagonista del storytelling fue él. Eso era lo importante. Pusimos el foco ahí, en la vida de esa persona que representa a muchos artesanos. Hay una dinámica de trabajo y después viene la pieza. Lo que me están dando tiene mucho valor. Trato de que eso se replique en el diálogo donde cuento sobre mi trabajo. Puede gustar o no el sofá, eso me importa absolutamente nada.
-¿Siempre fuiste así?
-No, me fui curando.
-¿Qué medicina tomaste?
–Uno tiene que hacer lo que tiene ganas y respetarse más en cuanto a lo que piensa. No me puedo retrucar por el comentario de alguien que me diga “eso no es diseño”. A mí me cambió la muestra de Ricardo Blanco, Esto no es una silla. Vine de Córdoba a verla. Cuando hice la colección para Nosten, propuse reeditar una de sus sillas, como hacen los italianos al darle peso a los grandes diseñadores. Él pudo haber sido criticado, pero nadie puede negar que hizo mucho por el diseño argentino.
Nota publicada en Revista VIVA