Una exposición a la vera del Paraná reúne diseñadores locales y porteños que convierten prendas en auténticos manifiestos; allí donde la consigna toma forma de la lucha por la protección de los humedales.
Como el agua del Paraná, el contenido es el que fluye en Cauces, una exposición que se puede ver en el Centro Cultural Parque de España, hasta el sábado 13. Pero es un mensaje que va contra la corriente del sistema de la indumentaria contemporánea. Qué respuestas a la amenaza ambiental planetaria —que en estas coordenadas toman la forma de la quema de humedales—, puede ofrecer la vestimenta. Curada por María Laura Carrascal, la muestra cuenta con la participación de diseñadores rosarinos, además de porteños y bonaerenses, y está montada en la ribera del Paraná, en los mismos túneles donde a principios del siglo XX se transportaban los granos al puerto.
La respuesta tiene, por ejemplo, forma de ponchos. La tipología se vuelve leitmotiv respecto a dos cuestiones: una implícita, al ser revisitada en lo simbólico por las referencias identitarias que puede suscitar y, por otro lado explícita, de acuerdo a parámetros sostenibles. Y es Quier, la dupla conformada por Silvia Querede y Noelí Gómez, la que presenta ponchos que ofrecen reversiones de uso y que fueron realizados por medio de la técnica del upcycling (de reutilizar prendas para generar otras nuevas con más valor que las originales).
Carteras y mochilas, con silobolsas de materia prima, en una resignificación de los modos de producción y consumo.
Con ropa ya existente trabajan, también, las hermanas de Somos Dacal, que reconfiguran prendas saliéndose de las convenciones para abordar cuerpos diversos, en base a proporciones en lugar de medidas. También sobresalen los ponchos diseñados en un trabajo conjunto por los 12-NA (creadores argentinos asentados en Chile), alumnos de la Escuela de Diseño de Indumentaria de Rosario y ciudadanos de barrios vulnerables, realizados a partir de telas donadas por los vecinos y reusadas de acuerdo a las pautas de un diseño de código abierto (open source).
A esto último adhiere Juliana Garcia Bello, diseñadora fueguina que vive en Países Bajos, quien a través de un tutorial online divulgó su modo de hacer, con la convicción de darle apertura no solo a su taller sino también a su metodología de trabajo. Su iniciativa fue la que la unió con las locales Daniela Zárate Chiodo y Larisa Luciani, quienes tomaron la posta de ese diseño, poniéndole énfasis conceptual a las relaciones humanas.
Esta moda que interpela la afectividad se convirtió en otra de las directrices de la exhibición. Una premisa central para Carola Besasso, pionera en la transformación de Palermo como barrio de diseño a fines de los 90 al frente de Dam). Besasso creó durante la pandemia indumentaria basada en productos textiles de uso cotidiano (manteles, servilletas y repasadores) en sintonía con la relectura que propone como lema de su marca (“pre revolución industrial, post revolución del amor”). Otra de las que profundizó durante la cuarentena es Lucía Chain, la diseñadora oriunda de Bernal, quien anteriormente presentó colecciones en México, Rusia e Italia, entre otros países, ahora tematiza los desplazamientos en función de los viajes y su ausencia, en diseños teñidos con elementos que provienen de la naturaleza, como puede ser una cebolla.
A lo largo del montaje —armado con maniquíes usados para la confección de ropa y perchas vintage de tiendas de Rosario y Buenos Aires— el acento está en la materialidad y la preocupación por reutilizar el descarte como síntoma de época. De eso dan cuenta las piezas de Valeria Hasse y Marcela Muñiz (Toda Reciclados) desarrolladas con elementos heredados o encontrados, incluso en la basura. Lo mismo Silvina Cannito y Guillermina Balsells de Carro, quienes exponen mochilas creadas a partir de deshechos industriales. Objetos realizados en “renet”, un material generado por ellas mismas por termofusión y combinación de redes plásticas de las industrias alimenticia y de la construcción, más las célebres silobolsas de la producción agropecuaria, que operan como un manifiesto de la necesidad de mutación del sistema productivo, por ende del modo de consumo.
La cuestión del reciclaje se vuelve más aguda en los desarrollos de Mailén Calvo, por un lado, y la firma Biótico (de Jessica Pullo), por el otro, ya que convierten plásticos de un solo uso, como sachets de leche y envoltorios de snacks, en tejidos para la creación de accesorios, junto con cooperativas y organizaciones de la sociedad civil.
Artículo publicado en Revista Ñ