No es un exceso de literalidad, alcanza con revisitar las imágenes de incluso antes de la campaña para corroborar que el presidente Javier Milei detesta usar traje. Se sabe que su outfit favorito es el de la campera de cuero, los pantalones cargo y las zapatillas con sobre suela, total black, diría una fashionista, o luto extremo si se lo llevara a tiempos de antaño.
Hay que decir, entonces, que, el informal, un poco deportivo otro poco workwear, es el atuendo que eligió como candidato y que sostiene como presidente electo, y el otro, el del ambo, es el que lleva en situaciones protocolares, aunque no siempre, como pueden ser en encuentros con otros presidentes o visitas formales a otros países. Por caso el reciente saludo desde el balcón de la Casa Rosada con el salvadoreño Nayib Bukele.
Lo cierto es que el traje no es su atuendo habitual, por el contrario, es el del disfraz urbanizado de funcionario que adoptó en el último tiempo; saco, pantalón y corbata azul, con nudo corazón, camisa celeste y zapatos negros. En sintonía con el uniforme militar que llevó en situaciones de gravedad como recientemente en el contexto de los incendios en la provincia de Córdoba o en las anteriores inundaciones en Bahía Blanca.
Y ese dato factico, fácilmente corroborable -el del desdén que el primer mandatario ostenta por el uso del traje- podría ser la explicación simbólica al cierre o mejor dicho el desmembre que está pautado para justamente el Museo de la Historia del Traje (MHT).
La anuncio se conoció el lunes mediante el Boletín Oficial en el decreto que en el título derogaciones incluye a dicho museo, sin aclarar todavía en qué derivará la existencia de la institución, por ende, el acervo y el personal, incluida las funciones ejecutivas de la directora, Victoria Salías, elegida por concurso durante la presidencia de Mauricio Macri.
Aunque la cuestión va más allá eso y vale la aclaración, acá, el concepto “traje”, trasciende las tres piezas, lo mismo el ambo habitual entre escasos políticos de esta era. Es que el traje es la denominación genérica, frecuente en el ámbito académico, para dar cuenta de la vestimenta y todo lo que suscita su producción, uso y representación, no solamente para la cultura argentina, sino para todas las culturas, sea oriente u occidente.
En ese sentido, para estas pampas y para el trabajo que el MHT viene llevando desde 1972, más de medio siglo, «el traje» es el término abarcativo que incluye la vestimenta, el calzado y los accesorios que caracterizan a nuestra cultura. Diversa por supuesto, toma en cuenta los atavíos gauchescos, la ropa de ansia europeísta en tiempos de la colonia, el poncho, las prendas que portaban los inmigrantes y los diseños contemporáneos, más cercanos en el tiempo como los que definieron la denominada camada de diseñadores del 2000. Habría que transmitirle al presidente que seguramente entre las más de 9 mil piezas que conforman su patrimonio, se cuentan con camperas de cuero o al menos atuendos parecidos al suyo predilecto.
La nueva gestión del MHT no solo puso en valor el acervo de más de 9 mil piezas, sino que además procuró aumentar, engrandecer y enaltecer el patrimonio a través de donaciones con foco en la moda contemporánea, léase la más reciente como la de los diseñadores de autor de principios de este milenio.
Entre sus muestras más destacadas están la que homenajeó a Mary Tapia, lo mismo a Paco Jaumandreu, además de la actual sobre sastrería que dio a conocer a las nuevas generaciones de qué se trata el oficio del sastre y por qué persiste en el tiempo.
A su vez, la institución presentó “Se dice mi” una muestra en una sala prestada por el CCK (ante la demanda de más espacio para exhibir la colección) enfocada en la moda y el tango
Países desarrollados, por caso España y Francia, poseen respectivamente sus instituciones que abogan por la conservación de la vestimenta, Museo del Traje y Pallais Galliera, respectivamente. Basta con pensar en qué representó la vestimenta en periodos de guerra y la utilidad que tiene para explicar movimientos sociales, como por ejemplo el uso del trench con raigambre en los soldados de la primera GM o el del pantalón como prenda emancipadora, lo mismo el poncho de Martín Miguel de Güemes o el que José de San Martin usó para cruzar los Andes.
Hablar del traje es hablar de nuestra historia, poner en escena y discutir nuestra memoria. Es probable que esa sea la cuestión que en definitiva no quieren desnudar y, para seguir con la metáfora vestimentaria, por el contrario, esperan poder ponerle un disfraz.