Fondo Nacional de las Artes. En su programa, la Casa de la Cultura exhibe instalaciones creadas con artesanías de pueblos originarios del sur.
A la idea inicial de construir un mensaje social, signado por la pluralidad y la diversidad, el artista Gustavo Nawel le añadió el propósito de convocar a otros hacedores para darle forma al recado que pone a la cultura mapuche como eje de la creación. Así nació Ruxan: Joyas de nuestra tierra, la muestra que hasta el 3 de septiembre se puede visitar en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes (FNA). Siendo Oscar Sarhan el curador, encargado de organizar y dar un sentido general al encuentro de las piezas realizadas en tejido, arte lítico, orfebrería y cerámica, donde la cuestión principal está en un sostenido ida y vuelta entre la ancestralidad y lo contemporáneo. Además de la participación de los artistas Sol Carilao, Cristina Jara, Daniela Vivanco y Matías Deyurka, la exhibición cuenta con una pieza conjunta que Nawel creó con la joyera bonaerense Lilia Breyter. Ahora resignificada a partir de la nueva obra montada por la artista visual y ceramista chilena Fabiola Lefiman, quien, a su vez, estuvo a cargo de la performance el día de la inauguración. Rag ül kimün (Conocimiento del barro) ese fue el nombre de la puesta en escena, donde se representó el nacimiento de una vasija ceremonial escultórica con técnica de antaño.
“Me gusta pensar que a través del arte encontramos nuestra forma de estar en el mundo”, señala Sarhan a propósito de las manifestaciones cuyo foco está puesto en la cultura mapuche, en tanto punto de unión y también de fuga, más allá del origen del artista o artesano que la lleve a cabo. Y si bien, las obras pueden remitir a saberes milenarios, estos son vistos desde el aquí y ahora. Se trata de instalaciones conformadas por artesanías hechas principalmente a través de tejidos, indumentaria, alfarería y orfebrería, que refieren a elementos identitarios propios del universo mapuche, como lo son las grandes reuniones, sus ceremonias y reflexiones, también el respeto en las formas, el diálogo y los peumas (visiones de futuro) de quienes habitan el territorio desde tiempos prehispánicos.
La muestra que primero fue exhibida en el Museo Gregorio Álvarez de la ciudad de Neuquén, y ahora está dispuesta en la sala de la planta baja de la Casa de la Cultura del FNA, refuerza el sentido federal en el que viene trabajando esta institución. Al mismo tiempo que se cristaliza en una acción concreta que –tal cual lo expresa Diana Saiegh, su presidenta, en el texto de bienvenida– procura dejar atrás las jerarquías académicas que hicieron de la cultura visual de los pueblos originarios un hecho subalterno respecto de la letra grande que suele atribuirse a la historia del arte. “Esta muestra tiene esa misión: dejar huella”, subraya Saiegh.
Y Ruxan, además, alude implícita y explícitamente al sur. Es que, si por un lado inevitablemente se relaciona con la génesis y la modernidad que trajo Sur, la publicación que llevó ese nombre, y que fue pergeñada a principios del siglo XX justamente ahí mismo, en la morada de estilo racionalista que perteneció a la escritora Victoria Ocampo –donde ahora funciona la Casa de la Cultura del FNA– también refiere al sur geográfico, a la Patagonia, como región específica, donde se desarrolla la labor y por ende la cosmovisión de la mayoría de los artesanos que participan.
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“¿Cómo logramos una pieza que nos interpele desde nuestra cotidianidad?, se preguntó Sarhan al momento de esgrimir el guion curatorial de la serie de instalaciones exhibidas. Así, sobresale Trawün (Reunión) el trío de ponchos tejidos mediante el witral (telar) por Sol Carilao para configurar a tres personas distintas que se encuentran en torno a una conversación y un debate sobre el futuro. Y sí, uno de los ponchos carece de las representaciones mapuches porque no tuvo los estímulos culturales y artísticos que pudieran ser llevados al vestir, otra de las piezas, con líneas negras y blancas, tiene que ver con el ser que creció en un contexto rodeado de tecnología y de elementos fabriles, entonces se manifiesta a través de las alusiones a los tubos de petróleo, los caños y las redes eléctricas. Siendo el tercero, el que muestra un color azul de artificio, con dibujos exagerados que proponen hiperbolizar la simbología mapuche.
Sobre textiles también atañe otra de las instalaciones donde participa Carilao, vinculada con las joyas de plata de Nawel y la colaboración del grupo de Artesanías Neuquinas. Pu Zomo (Las Mujeres) es la denominación que evidencia a cuatro de ellas, reunidas con la misión de cuidar, formar y construir desde su núcleo familiar, donde la más joven se sirve de lo ancestral para dar su visión del presente, con piezas mapuches realizadas en cobre nativo que según su datación se pueden retrotraer hasta hace dos mil años. Mientras, a su lado, está la referencia a la sabiduría de una abuela, custodiadas ambas en los extremos por las representaciones que a través de los diseños en telar y de orfebrería se hace de otras mujeres.
Entre estos encuentros, está Encanto contemporáneo, el collage de joyería creado por la artesana Cristina Jara que alude al Cultrum, un tambor ceremonial mapuche. ¿Qué postula? Transmitir la conexión entre los puntos cardinales y, a la vez, el equilibrio entre el mundo terrenal y el espiritual, y la representación de las estaciones del año en la cosmovisión de esa comunidad. En su caso, la ancestralidad además está en el recupero que hace de las puntillas de las enaguas que usaba su abuela. Impronta que la impulsa a desarrollar una serie de joyas de apariencia vintage. También en sus piezas, revisita las singularidades de la tierra a través del imaginario de la flora y la fauna patagónicas. Capítulo aparte merece Rakizuam (Conocimiento profundo), el conjunto de obras surgido de la creación tripartita que vincula a Nawel, artífice de la muestra, con la labor de Breyter y Lefiman. La primera oriunda de Buenos Aires y la segunda de Chile. Ahí, está el Lonco (cabeza) que reflexiona desde su mirada ancestral sobre el mundo contemporáneo, y ensaya un diálogo a la distancia con su niño, Pichikeche (cabeza pequeña) hacia el otro lado de la sala.
Ruxan: Joyas de nuestra tierra Lugar: Casa de la Cultura del FNA, Rufino de Elizalde 2831. Horario: jueves a domingo de 14 a 19. Fecha: hasta el 3 de septiembre. Entrada: libre y gratuita.
Nota publicada en Revista Ñ