Javier Jaén y los tabúes ante una teta derramada

El diseñador español se vio en el ojo del huracán cuando censuraron su afiche para la última película de Almodóvar. Aquí, reflexiona sobre los riesgos y placeres de narrar con imágenes.
Tan simple como aquello que representa: la gota de leche que pende del pezón es, al mismo tiempo, el ojo que derrama una lágrima y anticipa el drama. Esa imagen, la de un pecho, antes o después de amamantar, es la que corresponde al teaser póster (un aviso sin referencias que remite a anuncios posteriores para despertar una curiosidad y expectativa) creado por el diseñador gráfico Javier Jaén para Madres paralelas, la nueva película de Pedro Almodóvar, estrenada esta semana en España.

La misma que despertó el escándalo al ser censurada por Instagram, y en el reverso condenada no solo por los protagonistas del filme sino también por una legión de usuarios de esa red social, a este y al otro lado del océano. Si bien el trabajo de Jaén ahora se hizo viral e implicó un raid mediático por todas las latitudes, lo cierto es que sus producciones anteriores sobre temas de coyuntura (política, economia, y medioambiente) ya ganaron repercusión en las portadas del The New York Times, El País, The Wall Street Journal y The New Yorker, entre otros diarios y revistas.

Además de las ilustraciones de corte publicitario o de iniciativas artísticas que también lo ponen en escena con piezas que hacen honor a la síntesis y en la mayoría de los casos echan mano al humor como registro para condensar y, en algunos casos, decir sin siquiera una palabra.

“Hoy nos ha pasado a nosotros, pero lleva años pasándole a asociaciones de todo tipo”, dice desde su estudio en Cataluña el autor del monográfico Greetings from Javier Jaén y profundiza sobre la experiencia con el director de cine manchego, también a propósito de las vicisitudes de un mundo hiperconectado. En intercambio con Ñ, además, reflexiona sobre ese modo tan elocuente que logra, al meter el lápiz, o el pincel, en la llaga, cuando eso puede ser peligroso en sí mismo.

–¿Pensó en alguna imagen para hablar de este suceso?

–Sí, como sabía que esto podía pasar, porque hoy nos ha pasado a nosotros, pero lleva años pasándole a asociaciones como las de mujeres lactantes, mastectomizadas o artistas de todo el mundo que trabajan con el cuerpo, lo único en lo que pienso es que ganaremos porque tenemos razón. En nuestro caso, pasó lo nunca visto: que al día siguiente de las amenazas, y entiendo que gracias a la presión social, me llamaron personalmente desde Facebook, que es la empresa propietaria de Instagram, y se disculparon conmigo porque entendían que era un contexto artístico y por eso nos daban luz verde. Y lo que en un principio parece una buena noticia, luego te lleva a pensar: ¿qué hubiese pasado si la película no era de Almodóvar?, ¿y si no salía en el periódico, la radio y la televisión? Pues, seguramente, no estaríamos hablando. Ese es el caso de miles de personas a las que les cierran las cuentas por estar mostrando la foto de como le están dando de comer a su hijo o porque les apetece hacer una foto en la playa o dónde quieran.

–Además de Instagram y Facebook, que son los poderosos de esta época, también observó a Donald Trump y logró imágenes muy singulares de él, ¿qué recuerda de ese proceso?

–Él es uno de esos malos, malísimos, de manual, casi como los de las películas, o al menos así lo veo. Entonces, el reto no es hacer un Donald Trump, porque es muy sencillo y se puede hacer con una naranja y un plátano. El punto de la comunicación visual no está tanto en los trucos, los fuegos artificiales, sino en que cuenten lo que tienen que contar. No es lo mismo una ilustración que hable de la agresividad de Trump, como una que hable de cuando evade impuestos o de cuál será su legado, por ejemplo. Cuando trabajamos como diseñadores o ilustradores, tenemos que hacer una tarea similar al del sastre a medida: que la imagen contenga las famosas mil palabras que no dice. Quizás fue uno de los que más he representado, ahora tengo la suerte de haberlo dejado de lado por unas temporadas y espero que pase tiempo hasta volver a hacerlo.

El poster de Madres paralelas fue censurado por Instagram.

–También realizó producciones sobre Pedro Sánchez, el presidente de gobierno de España, y da la sensación de que una cosa es hablar de la política distante y otra de la más próxima. ¿Tuvo alguna repercusión al respecto?

–No me llegó esa repercusión, aunque seguro que la hubo. Pero es interesante eso: hay veces en las que hacemos mejores trabajos cuando estamos algo lejos de los temas y podemos tener una visión más panorámica. Hablar de lo propio es más complejo porque uno sabe demasiadas cosas, hay muchos matices. Desde fuera es más sencillo resumir, y probablemente lo que hago es resumir temas en una sola imagen.

–Su trabajo se da en medio de una cultura visual definida por la instantaneidad y la celeridad, ¿cómo toma esas dos cuestiones?

–Creo que es como se comportan buena parte de las imágenes que consumimos. Cuando estamos ante la eclosión de los memes, por ejemplo, lo que prima es la velocidad y la concreción y probablemente sea lo más relevante del lenguaje visual o cultural de nuestra época. En un meme no nos interesa si la tipografía está bien diseñada, si la fotografía está pixelada o si la hizo el autor de esa composición, sino que la fuerza es una idea. Es casi arte conceptual, su fuerza es el concepto. Me siento cercano a eso, no tanto al meme sino al interés que pesa más en las ideas. Hay veces que mis imágenes están solucionadas con un lápiz, otras con una fotografía o con un render 3D complejísimo y un video. La fuerza está en la idea, como el cartel del que hablábamos, esa crudeza es algo interesante.

–Usted trabaja con los clichés del sentido común (representó “las mariposas en la panza” o “el corazón de piedra”), ¿qué aportan?

–Trabajo mucho con los clichés aunque dándole un pequeño twist, una vuelta. Al mundo le propongo un pequeño jeroglífico, si es demasiado difícil nadie lo puede descifrar, puede ser muy interesante y que tenga muchas capas, pero si la persona que se enfrenta a la imagen no es capaz de comprenderla, mi trabajo no funcionó. Y si es excesivamente evidente y demasiado concreto, funciona pero no es muy estimulante. Intento que haga cosquillas, a veces en los ojos, el estómago o el corazón. Idealmente en todos esos sitios al mismo tiempo. Busco que las imágenes que genero cuenten para algo y sirvan para algo.

Homenaje de Javier Jaén al #MeToo.

–En el caso de la pandemia, ¿se la puede pensar en ahora o habrá que esperar más tiempo?

–Yo ya trabajé bastante. Me encargaron hacer la portada de periódicos o revistas, pero siempre es más complejo; el tema no es la pandemia, sino cómo afecta a la familia, a los niños, al deporte y a la economía. Es importante intentar explicar el mundo hoy y hacerlo con el lenguaje de todo lo que está pasando, intentar generar esa complicidad, que cuando se vea esa imagen no hace falta que tenga la mascarilla ni el coronavirus con esa bola con pinchos tan fea. Si se consigue ese momento de complicidad, para mí es lo ideal.

–Volviendo al afiche censurado, es el primer cartel que hizo para Almodóvar, ¿cómo fue la dinámica de trabajo?

–Tenía esa misma pregunta cuando me llamaron, cómo iba a ser. Además de ser un director con una filmografía espectacular, su cartelería también lo es, con diseñadores como el argentino Juan Gatti, Javier Mariscal y Ceesepe. De ellos me imprimí todos sus carteles, los puse en mi estudio y da cierto vértigo. Uno dice: “Bueno, me han invitado a esta fiesta, a ver qué me pongo”. Le pregunté qué tenían en mente y me dijeron que nada, que vaya a Madrid a ver la película con Pedro. Éramos cinco o seis personas, tomé notas e hice un primer garabato del ojo para el teaser póster (después salió el afiche definitivo del filme). Vimos la película y cuando volvía en el tren a Barcelona, fui apuntando ideas, presenté unas doce propuestas y alguna llamó más la atención. Siempre se intentó evitar la polémica. El cine de Almodóvar es humanista, huye de la provocación barata y de laboratorio. Es una concepción artística, rigurosa y seria. Se hizo una imagen poética que cristaliza el sentido de la película, y que debía ser la que la promocionase.

–Desde Argentina, es inevitable preguntarle por Juan Gatti, uno de los más prolíficos en hacer afiches para las películas de Almodóvar (los de Mujeres al borde de una ataque de nervios, Tacones lejanos y Átame, entre otras). ¿Cuál fue el desafío en ese sentido?

–El desafío ninguno, porque cuando veo esa colección de afiches, lo que pienso es que los que los hicieron son profesores, que a mí me han enseñado mucho y abrieron la cultura audiovisual española y mundial. Como decía, probablemente no haya otro director con esa colección de carteles. Muy de jovencito, cuando tenía 18 años, trabajaba en un videoclub de alquiler de películas y recuerdo ver esos carteles que sobresalían del filme que tenían al lado y seguramente los he sentido muy cercanos. Por eso, nunca sentí mi trabajo como una competición con otro. No lo planteo así, sino como un intento por hacer algo que esté bien, lo mejor posible.

Artículo publicado en Revista Ñ

 

No hay comentarios

Dejar respuesta