Los materiales signan épocas. Así pasó con la baquelita a principios del siglo XX, el nylon en los años 40, y el plástico –en sus múltiples y diferentes variantes– a partir de la década del 60. Actualmente, algunos de esos ejemplos ya están directamente prohibidos y otros son cada vez más desestimados. Esto se da principalmente por el impacto nocivo que tienen en el medioambiente, y por el imperativo que surge en cuanto a las nuevas maneras de vivir, y en ellas de alimentarse, vestir, viajar y comunicarse, entre otras cuestiones.
Claro que, en medio de esta transición entre los desarrollos ya conocidos, y los menos usados, aparecen otros materiales, perfilados como los protagonistas de un futuro no tan lejano. Y es justamente ante este pronóstico que surgen nuevas inquietudes: ¿Ya se pueden utilizar? ¿Cómo están conformados? ¿Para qué sirven? ¿Se emplearán en productos accesibles? o ¿serán solo para unos pocos? ¿Van a suplir a los anteriores?
En primer lugar hay que considerar que ya existen innovaciones en cuanto a dos grandes grupos: por un lado están los biofabricados –aquellos producidos por células vivas y microorganismos tales como bacterias o levaduras– y al mismo tiempo, son cada vez más frecuentes los que surgen a partir de descartes reciclados industrialmente para darle vida a un nuevo material.
El micelio es uno de los que está en boga, primero fue usado en alimentos y cosmética, y ahora adquiere presencia también en el sector de la moda. Así lo anticipa la reconocida consultora WGSN, en su reporte de tendencias con vista al 2021 y años venideros ¿De qué se trata? Es un material similar al cuero, desarrollado, justamente, a partir del micelio que es la red subterránea que forma la parte vegetativa de los hongos, clave para la agricultura regenerativa y para la absorción del carbono. Ya está siendo utilizado en accesorios, ropa y calzado, entre otros objetos. Prueba de ello es que Stella McCartney –marca pionera en dejar de usar cuero, plumas y pieles y en fomentar el uso de nuevos materiales– incorporó Mylo, producido por Bolt Threads, en accesorios que lanzó en 2019 y ahora lo volvió a hacer en diseños de vestimenta de apariencia lencera y a la vez deportiva. “Totalmente únicas y libres de crueldad animal, estas prendas simbolizan un futuro en el que nadie tendrá que comprometer el estilo por la sostenibilidad” ,anunciaron desde la firma, liderada por la diseñadora británica, que usó este desarrollo para confeccionar un corpiño y un pantalón, que aunque todavía no se comercializan representan un paso adelantado en el mercado de la indumentaria, además de un desafio tanto en la producción como en la propuesta de consumo.
A nivel local
En Argentina, está Fungipor, el emprendimiento fundado por Ayelén Malgraf, bióloga graduada en la Universidad Nacional de Córdoba, que también trabaja en base a hongos. Primero se dedicó a la producción agroecológica comestible, para después enfocarse en alcanzar un material que no dañe el medioambiente y que, además, constituya una alternativa al poliestireno expandido (popularmente conocido como telgopor) y a los plásticos de un solo uso. “Lo defino como un biomaterial cultivado a partir de organismos biológicos, semi sólido, resistente a los golpes, aislante térmico, acústico, que se puede moldear y que puede reemplazar al utilizado en los embalajes”, expresa. El fungipor inicialmente fue usado para fabricar elementos de packaging aunque también tiene potencialidad para la industria del diseño y la construcción.
Algo más: no solo se puede cultivar en cualquier tamaño y forma, sino que es completamente compostable. Su resistencia aumenta a medida que disminuye el tamaño de las partículas del sustrato y las pruebas de duración realizadas en interiores arrojan que ya supera los dos años sin sufrir modificaciones. “Imagino muchos más desarrollos, nuevos materiales biofabricados a partir de bacterias, levaduras y hongos –analiza Malgraf, quien se especializó en Micología en el Instituto de Investigaciones para la Industria Química de la Universidad Nacional de Salta (INIQUI-UNSA)– y creo que el futuro estará diseñado e inspirado en los sistemas naturales, como máquinas de cultivo, donde los materiales crecerán por sí mismos”.
Circulares
Otros nuevos materiales que cada vez toman más relevancia son los que derivan de descartes plásticos para luego ser reutilizados en nuevos desarrollos. Un ejemplo de esto es el Econyl, fabricado por la firma italiana Aquafil, a partir de desechos de redes de pesca y alfombras, posteriormente sometidos a un proceso especial para retornar a los componentes del nylon de origen. El dato es que este nuevo hilo puede ser recreado y remodelado infinitamente sin perder las características en cuanto a su funcionalidad y resistencia. Ya fue utilizado por Gucci para una línea de diseños circulares denominada “Gucci off the Grid”. Dicha colección sostenible, que tiene como objetivo reducir la huella de carbono, está conformada por modelos de bolso, riñonera y mochila, entre otros productos. El Econyl además fue incorporado a la producción de Longchamp y Prada, entre otras marcas internacionales, y es usado por la firma de trajes de baño Isla de Lobos de la argentina Sofía Curi.
En este panorama también hay que considerar la opción de los materiales logrados de manera artesanal. Eso es lo que hacen Guillermina Balsells y Silvina Can, dueñas de Carro, la marca especializada en bolsos, billeteras y carteras. La idea surgió en un viaje que las diseñadoras, graduadas de la Universidad de Palermo, hicieron a Nueva York. Ahí se toparon con el descarte de la red de protección habitual en las obras en construcción. A ese material le sumaron desechos de silo bolsas, y a partir de un proceso de termofusión obtuvieron el denominado Renet. «Un material resistente, liviano, de fácil limpieza, impermeable y 100% hecho de plásticos recuperados» detalla Can.
¿Qué beneficios tiene? «Se crea a través del uso de tecnología simple, y si bien el proceso que realizamos tiene mucho de artesanal, más que nada en la parte de clasificación y limpieza de los descartes, es un material que se puede generar a gran escala y no tiene límite de producción», señala. ¿Funcionalidad? Va más allá del diseño de bolsos y afines, Can reconoce que las posibilidades de uso son muy variadas, porque también es apto para tapicería y diseño de interiores. Además, al estar conformado por una multicapa de plásticos recuperados obtiene mayor resistencia y se vuelve prácticamente irrompible. “El diseño del futuro debe encontrar la forma de trabajar con materiales biodegradables y sobre todo crear otros nuevos con los desperdicios que abundan” analiza, y agrega que “a esta altura, en nuestros océanos, existen islas de plásticos, y pronto será la única materia prima que tengamos a disposición. Mejor hacer trabajar nuestra imaginación”, prevé la diseñadora.