ance fashion film», dice Mariana Dappiano para explicar de qué se trata el neoformato que fusiona danza, moda y cine, en el que se unió creativamente con otras dos de las mujeres fundacionales de la escena de la moda local: la coreógrafa Andrea Servera y la estilista Florence Argüello, a las que se sumaron la directora Karin Idelson, la cantante Lucy Patané y un grupo de bailarines que le da vida al proyecto. Filmada en medio de la cuarentena y de los vestigios de la exhibición de Anish Kapoor en la Fundación Proa, la pieza -que por sobre todo apuesta a reconstruir los vínculos- fue realizada para dar a conocer la colección «Veinte etnieV» que bien puede leerse Veinte Veinte, en coincidencia con las dos décadas que se cumplieron desde el primer desfile que realizó. Todo esto es, de alguna manera, el resultado de la profunda reflexión que la diseñadora, graduada en la UBA, atravesó durante la pandemia. «No puede ser que el negocio de la moda esté planteado para que muera en tres meses porque nadie lo vio, se lo llevó o lo usó», expresa la creadora insignia del barrio de Palermo que aprovechó, paradójicamente, el extenso tiempo puertas adentro para restablecer un vínculo estrecho con sus clientas.
-Debe haber sido terapéutico…
-Sí, y me di cuenta de que mis clientas usan mi ropa y la tienen mucho tiempo. Eso no quiere decir que dejen de comprar porque después se vuelven a enamorar. La atesoran, la guardan, la usan, les sirve. Entonces pensé en desarrollar pequeñas cápsulas, con una idea madre de colección pero haciendo artículos que tenía ganas de hacer.
-¿Con menos ítems?
-Claro, antes era de 60 y ahora es de 30, y hay diseñados otros 15 más. Pero también tiene que ver con la dinámica de diseño y producción. No estamos todos corriendo porque en seis meses todo se muere, porque no se muere en seis meses.
-¿Tenía que llegar una pandemia para que esto suceda?
-La pandemia lo que hizo fue ajustar las tuercas del pensamiento, como si dijéramos «ok, esto quizás me llevaba más tiempo, ahora es ‘estoy preparada, listo ya'». Siento que fue eso. También me podría haber agarrado en otro lugar, sin saber qué hacer y sin embargo fue así. De hecho no lo tomo como una presentación de colección.
-¿Y qué es?
-Para mí es como una celebración.
-¿Se puede decir que sos pionera y, a la vez, una sobreviviente del Palermo caracterizado por el diseño autor?
-Más de una vez pensé en tener un segundo pie, fuera de Palermo, pero ahí tengo mi atelier y mi estudio. Salgo y voy a trabajar al bar de la esquina, que es de un amigo, al solcito. Hay algo de esa dinámica que me gusta mucho. La realidad es que venía pensando si había que hacer un cambio de zona o agregar otra, pero cuando pasó esto también fue otro clic porque me di cuenta de que «esta es mi casita». Además, hoy me sigo acercando a la gente por otro lugar, ya no importa tanto dónde estoy. Hay algo que me da felicidad y es que tuve muchos clientes nuevos durante la pandemia.
-¿A qué lo atribuís?
-A un trabajo más profundo para llegar a más personas digitalmente, reconozco que ante la necesidad todo el foco estuvo en ese canal. También a que hay un montón de gente que se animó a comprar de esa forma en una marca que quizás antes no consumía sin ir. Hicimos un trabajo muy grande en la atención de esas personas. Fue estar con ellas como si estuviésemos enfrente. Esa fue mi premisa y el feedback fue muy bueno.
-Sin hacer futurismo, ¿cómo pensás que va a ser la moda en esta nueva década?
-Creo en los grises. Vamos a poder volver a un formato presencial pero la realidad es que cambió el espíritu. Cuando estuve en BAFWeek, alrededor del 2010, el punto era llenar las gradas de mil personas. Si rebalsabas, había sido un éxito. Si quedaban huecos era que no convocaste tanto. Esa era la medida del éxito de la colección: cuánta gente. Hoy ni siquiera se me pasa por la cabeza que el éxito está medido por el millón de reproducciones que tuvo, sino que está en que me escriban las clientas diciendo qué les gusta y lo quieren.
-Hacías referencia al enamoramiento, y parece que hay algo de la moda afectiva, por el lado del diseñador y a la vez del cliente de sentirse reconfortado.
-Además me copa que traen a sus hijas y ellas también están comprando. Me sirve para pensar colecciones, me divierte, y me abre un montón. Mi hija tiene doce años y tiene todos los buzos. Las amigas de ella también me los piden. La verdad es que antes de esta pandemia, no digo que esta inquietud no existiese pero no tenía una mirada abierta a esto.
-¿Por qué crees que era así?
-Creo que antes uno estaba más automatizado en el «hay que». Ahora tuvimos más tiempo de reflexión y ante la necesidad de un mercado coyunturalmente complicadísimo agudizás la escucha y la mirada.
-Está todo a flor de piel…
-Sí, nos detuvimos un poco a mirar. Y parte del ejercicio, a partir de ahora que todo empezó de nuevo, es no perder la memoria de lo que pasó en estos meses. No perder esos momentos en los que uno sentía que de golpe agudizó la mirada, la escucha y el entendimiento para decir «esto no me gusta más, y lo que tengo ganas de hacer es esto otro». Estar muy alertas a no volver a subirse a algo que no estaba funcionando del todo.
-Sin ser apocalíptica, parece que hay una mayor idea de la finitud, porque todos conocen a alguien que tuvo coronavirus, algunos murieron y otros la pasaron mal. En ese contexto, ¿creés que hay un replanteo más allá de lo económico?
-Por supuesto, hay una mirada consciente. Cuando uno revaloriza las relaciones con sus pares, para atrás y para adelante, con los proveedores y los clientes, hay algo que permite tener otro ritmo para producir. Creo que es un gran momento para este planteo, en cuanto a la cantidad de colecciones y cómo replantearla.
-Alguna vez dijiste que cuando empezaste a estudiar tenías algo «trash» y algo «racional». ¿Qué aspecto ganó?
-Sigo peleando con ellos. Si solo hubiese persistido lo racional, hoy no seguiría en el lugar de diseñadora, sería una marca más comercial y me hubiese aburrido mucho. Esa parte racional es la que sostuvo la persistencia en el tiempo de la parte más emocional. Hay que ir haciendo equilibrio entre ambos.
-Y si pensás en esa chica que fuiste, aquella que quiso estudiar diseño cuando vio la Primera Bienal de Arte Joven ¿qué la asombra hoy?
-Este momento fue absolutamente disruptivo. Fue como volver a prender el radar y tenerlo funcionando a full para decir; «Ok yo hago moda y diseño, y quiero venderlo, pero el mundo cambió». La vanguardia está en mostrar las cosas y llegar a la gente desde otro lugar. No sabés cuánto disfruté este tiempo buscando ese camino nuevo.