El tapado de paño naranja, cortito, el tailleur en cuadro Vichy blanco y negro, los guantes, la carterita, los zapatitos negros, y los lentes hiperbolizados que en definitiva son una nimiedad al lado de ese jopo gigante que podría confundirse con un pan dulce, ahí está Isabel Martínez de Perón, Isabelita, interpretada por Alejandra Radano, en su rol de presidenta eyectada a la famosa Mansión Messidor tras el golpe militar de 1976. El momento anterior, el menos explorado, el de la ignota bailarina del cabaret panameño Happyland lo lleva Josefina Scaglione con un peinado igual de voluminoso, un vestido estampado tipo años 60 y una gracia poco conocida para la viuda de Perón. Una vez más Alfredo Arias indaga en las contradicciones de la historia argentina con foco en el peronismo, ahora con un texto de la autoría de Gonzalo De Maria y con un elenco que completan María Merlino, Marcos Montes y Carlos Casella, en la sala Casacuberta del Teatro General San Martín, de miércoles a domingo a las 20.30 hs. A cargo del vestuario, acertado e imaginado, está el prolífico diseñador Julio Suárez, el mismo que incursionó en el teatro primero, como actor, en el under porteño del Parakultural, para después formarse con Máximo Salas y despuntar en el diseño de vestimenta sobre todo para cine. En su haber se destacan los films Gilda, El Clan, El Ángel y Zama, entre otros. Suárez hablo con lamodadice de su carrera y sobre cómo fue vestir a Isabelita, claro.
¿Cómo trabajaste la época de Isabelita de la que no hay tantas imagenes?
Primero está la Isabelita de los 70 y luego de encontrar esa, está aquella que se puede imaginar para atrás. Lo que queda es el volumen del pelo: la cabeza así, ya era una necesidad del personaje. No es lo mismo en una y otra, pero el volumen está. La pensé por partes. La primera imagen para la obra fue pensarla en la presidencia, los zapatos también era algo decisivo para buscar: la idea aparecía desde los pies, cómo caminaba. Fue importante, tanto para la parte del show del Happyland como cuando estaba presa. La Isabelita joven tenía que dar muy panameño. El estampado de la tela es lo más caribeño posible. Eso me encuentra con la primera Isabelita, y la necesidad de la obra; cómo era cuando entraba al cabaret, cómo se iba del cabaret, cómo actuaba.
¿Cómo surge la idea del tapado gigante blanco que lleva en el momento de Messidor?
Estaba pensado que iba a ser así. Aunque en un momento después Alfredo dice “vamos a hacerla entrar con un abrigo de piel”. Me lo pidió. Entonces empecé a dibujar, a investigar eso que era como un plus. No me cerraba la piel, porque no me cerraba el material. Descubrí hacerlo de gasa cristal. Encontré la forma que me la dio el dibujo. Es como un esquimal, con cierta animalidad, y cierto artefacto, algo que pierde la personalidad.
Yendo hacia atrás, ¿Cómo se dio tu pasaje del teatro como actor al diseño de vestuario?
Empecé a actuar en los 80, con el Parakultural. Éramos una banda que no podíamos entrar al oficial, estábamos al margen. Siempre anduve por distintos lugares y trabajé con el cuerpo y qué llevaba el cuerpo. Tuve un maestro como Máximo Salas con el que te armabas el cuerpo. En ese armado del cuerpo empezaba el vestuario y los materiales para exhibir, para usar. Fue como un pensamiento original en mi carrera, cómo armar el cuerpo. Sin saberlo fui vestuarista: cuando actuaba buscaba lo que me ponía. La vida me llevó a mirarlo desde afuera. Eso me encantó y empecé a dibujar más y a tomar clases con (Carlos) Gorriarena. Me hice amigo de él, y trabajé con Marta Albertinazzi que me enseñó el oficio de la escenografía y del vestuario.
Algunos diseñadores de vestuario tienen pruritos con la moda ¿cómo es en tu caso?
No, no tengo. Los trajes blancos de los que hablaba recién salieron de mirar la alta costura. Lo que hago es interpretar la época que me toca, cómo era el pensamiento y las costumbres. Obviamente que me interesa la moda. Para ver qué se usaba en el ‘20 tengo que ver catálogos de moda. Isabelita era una mujer de los 70 pero con un vestuario atrasado. Cuando agarrás un personaje tenés que amarlo.
Incluso con ella que fue nefasta
Si porque no lo pensás eso. Es como la belleza de la gente horrible, siniestra.
Hiciste el vestuario de Zama, Gilda, El Clan, entre otros films, ¿Se puede decir que sos un diseñador de vestuario ecléctico?
Si, después del teatro empecé a hacer cine y un día empecé a trabajar con Lucrecia Martel en La Niña Santa, después me llamaron todos: Adrián (Caetano), (Pablo)Trapero, (Damián) Zifrón. Se me presentaron producciones copadas en las que trabajé, las defendí y me fue bien. Con mucho trabajo, de un trabajo vino el otro. Lo supe producir o al menos hasta ahora.
Y en películas que trascendieron
Estoy contentísimo, tengo una buena carrera. Trabajé mucho, con distintos directores, entre otros recuerdo especialmente a Roberto Villanueva. Me quedé pensando en lo de «ecléctico» y si, es así, nunca me lo habían dicho.
¿Qué es lo más importante que tiene que tener un diseñador de vestuario?
Tratar de trabajar sobre el humor, el entusiasmo. Cuando se me acerca gente joven me interesa que se entusiasme. Contagiarle la observación a full, y enseñarle a mirar. Eso es lo importante. Estar atento. En cualquier cosa que sea, esto lo puede hacer cualquiera pero el modo hasta dónde llegar no sé.
Ph: Leandro Allochis