Tenía 8 años y ya pispeaba cómo trabajaba su papá sastre para saber de qué se trataba el oficio. Así aprendió los pormenores en cuanto a los cortes y la hechura de una prenda. A los 17 creó su primer diseño y tiempo después, en la década del 90, al mismo tiempo que instaló una discoteca en Mar del Plata, aprovechó el descenso de la temperatura y de los turistas para crear vestidos durante el invierno.
Su primer desfile lo hizo en el Hotel Hermitage. Lo pensó como un show y por eso incluyó la participación de una actriz trans que emuló a Mirtha Legrand. Esa parodia se hizo realidad cinco años después cuando vistió por primera vez a la señora de los almuerzos. Más tarde hizo los propio con Carolina “Pampita” Ardohain, Mariana Fabbiani y Carla Peterson, entre otras mujeres del star system rioplatense, a las que también se sumó Juliana Awada, la primera dama.
Hace días, nada más, que Lage es uno de los apellidos más citados en la escena de la moda local. Eso pasó después de manifestar su desacuerdo con la nominación que obtuvo para la primera edición del Martín Fierro de la Moda que mañana por la noche entregará la Asociación de Periodistas de Televisión y Radiofonía Argentinas (APTRA) y un combinado de especialistas en prensa de moda.
En su descargo, esgrimió de qué se trataban ambas categorías, pret a couture y haute couture, en las cuales estaba incluído y anunció además su decisión de bajarse de la terna, en realidad del sexteto, que compartía con Javier Saiach, Claudio Cosano, Pablo Ramírez, Marcelo Giacobbe y Fabián Zitta. Para dirimir esas cuestiones y además profundizar en los 30 años de su carrera, el creador recibió a lamodadice en su atelier de arquitectura francesa montado en la avenida Callao al 1400.
Al ingresar a la sala de reuniones, blanca, impoluta, hay dos maniquíes, uno con un vestido violeta con flores caladas en láser, y el otro rosado repleto de plumas aplicadas una a una. Están apostados en la entrada como si estuviesen dando la bienvenida. Lage lleva camisa celeste, pantalón en denim y mocasines. Se sienta justo delante de dos documentos cuidadosamente enmarcados que dan cuenta de por qué su trabajo puede responder a los parámetros de la alta costura; uno es de la Cámara de Milán y el otro de la World Fashion Week. Apunto de comenzar, confiesa que ya superó el pudor que en sus comienzos le generaban las entrevistas.
¿Qué pasó con la nominación al Martin Fierro de la Moda?
Nos mandaron un mail diciendo que estaban muy interesados en que participemos, además nos preguntaron si podíamos vestir a alguien. Como a todo eso le tengo mucho respeto quise saber en qué nos íbamos a meter; cómo iba a ser todo, de qué se trataba. Preguntamos, pasaron unos cuantos días y no tuvimos respuesta. En medio de eso me llamaron unas cuantas personas, entre otros Benito Fernández, para decirme que era algo muy importante para la moda argentina. Le volví a decir: ‘no sé de qué se trata y si sé de qué se trata, no tengo problema en participar’.
¿Es un premio para los que trabajaban en televisión o para la moda que viste a los que trabajan en la televisión?
Cuando hablé con Benito surgió eso, me dijo que necesitaba que acompañe pero seguíamos sin tener respuesta. Una de mis asistentes insistió y nos dijeron que seguramente íbamos a estar ternandos. Otra vez; les pedí que me digan cómo iba a ser. Hasta que el día en el que salieron publicadas las nominaciones, la jefa de taller bajó compungida y me dijo: ‘Gabriel salieron las ternas del Martín Fierro y nos están incluyendo en pret a couture…’ Me quedé duro, y ahí volví a preguntar: ‘¿cómo es esto?’. Les comunicamos que como no estaba bien hecha la terna, estábamos decidiendo si participábamos o no. Vimos todas las categorías y notamos que por ejemplo no había marcas de hombres. Al estar mal hechas las ternas les quitan la posibilidad de participar a muchos diseñadores.
En un contexto que es además muy complicado para la industria
Exacto, y tenés la posibilidad de enaltecer la moda, de unirla, de quedarte con el premio, y si lo hacés bien puede ser el mejor premio.
Después unieron pret a couture y haute couture…
Es lo mismo. Nosotros invitamos a los organizadores para que vean nuestro atelier. No sé si esta bien la denominación o no en Argentina pero en Italia nos invitan a participar con diseñadores de “alta costura”.
Acá, en el país, no hay certificaciones de alta costura, aunque en el comunicado explicas lo del taller; que el personal trabaja tiempo completo, que presentan mínimo 50 piezas por colección…
Bancarse un taller es tremendo, entonces ahí hay otra cosa; la del apoyo a la mano de obra, por eso hicimos el comunicado. Hay que ver a quién se lo dan, porque si no se hizo en Argentina y se hizo afuera hay que hacer un premio especial, no está mal pero no puede competir con lo nacional.
Yendo hacia atrás, revisitando tu historia, tu papá y tu abuelo eran sastres…
Si eran los del pueblo en el que vivían en España. Después Gabriel Mario Delfín Otero Lage, mi papá, tuvo una sastrería acá, en Once. Recuerdo que ahí, en el taller, yo hacía los deberes y él me enseñaba a hacer una solapa, por ejemplo. Y tres o cuatro años más tarde ya lo ayudaba. Después lo llamaron para hacer la primera colección de James Smart, y a agiornar la línea de mujer, ahí empecé a tener contacto con la moda. Eran blusas de organza, con flores hechas por una artesana, prendas con mucha pasamanería. Eso me gustó desde chico. Me acuerdo que una de mis abuelas me compraba cosas que quería, como los zapatos de plataforma
¿Eras un icono destilo?
No sé, quizás era un ridículo (risas). Después empecé a hacer moda, como hobby. Nunca me olvido que a una amiga la invitaron a un cocktel súper importante y nosotros hicimos. digo nosotros porque éramos ella y dos amigos más, una falda crash que la tuvimos dos días debajo de unos libros. Eso fue lo primero que diseñé.
Claro, ya sabías de moldería
Si, y creo que fue lo que nos dio éxito al principio. Era insoportable con las terminaciones. Usaba los libros que había heredado de mi papá, siempre me gustó innovar, creo que logré hacer audaz a la gente que trabajaba conmigo. En una de las crisis tremendas empezamos hacer las telas. Me decían que era una locura pero lo hicimos.
¿Cómo trabajaban?
Teñíamos, bordábamos. Era hacer eso o teníamos que o irnos.
Vestir a celebridades ¿realmente tracciona clientes?
Sí, algunas más que otras, aunque hay un momento que la cantidad no sirve si no hay calidad. Es preferible que sean una o dos personas muy bien vestidas y no diez. Es como en la vida real, visto mujeres con todo tipo de personalidad y de línea. Una vez me llamó el vestuarista de Soledad Pastorutti para los Grammy, y estuvo maravillosa, me dio placer vestirla. También me pasa otra cosa que es que con las estrellas nos podés ni debes vestir siempre a la misma, llega a un momento que ya está. Hay que entender eso, que hay ocasiones para cada diseñador.